Queríamos un Calatrava by Llàtzer Moix

Queríamos un Calatrava by Llàtzer Moix

autor:Llàtzer Moix [Moix, Llàtzer]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Arte, Ciencias sociales, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2016-01-01T00:00:00+00:00


Triunfo icónico

Cierro el paréntesis irlandés y regreso a Milwaukee, donde los mencionados excesos y las sucesivas ampliaciones de programa elevaron el coste final del MAM, incluidas las cargas financieras, a 135 millones de dólares. Esto es, cuatro veces más que el coste inicialmente previsto. A pesar de las sucesivas cuestaciones entre la sociedad pudiente de Milwaukee, al término de la obra faltaban todavía 35 millones de dólares para enjugar sobrecostes.

Sheldon Lubar se ofreció para dirigir un comité de patrocinio que batalló durante un lustro hasta reunir esos millones. Creador de un complejo industrial e inversor, además de ex presidente del Patronato del MAM, Lubar es uno de los habitantes de Milwaukee que más ha contribuido a hacer posible la operación Calatrava. Lo cual le ha permitido bautizar con su apellido el auditorio de la ampliación. En el vestíbulo del pabellón Quadracci hay una lápida con la relación de patrocinadores, ordenados en función del monto de sus aportaciones. Lubar y su esposa, impulsores de la Sheldon and Marianne Lubar Charitable Fund, figuran en la categoría superior, la de los que aflojan 100.000 dólares al año «o más». A su modo de ver, la rentabilidad de la operación es incuestionable.

«La nuestra —dice Marianne Lubar— fue una apuesta de riesgo calculado por un arquitecto emergente, dinámico y apasionante. Lo apostado entonces lo hemos recuperado con creces, en forma de atención para la ciudad y su museo». Sheldon Lubar cree también que «toda la publicidad que nos ha brindado Calatrava ha sido positiva». Tanto es así que, a pesar de las dificultades constructivas, a pesar del desmadre presupuestario, y a pesar de que hubo que retribuir a las constructoras en función del disparado coste final, Sheldon Lubar insiste en que «la labor de Calatrava vale todo lo que pagamos por ella», asegurando incluso que el coste final por metro cuadrado construido (con un total de 45.000) fue «una ganga». Y, en lo que podríamos calificar como un osado plus de confianza (visto lo sucedido cuando el valenciano dispone de plenos poderes), remata su profesión de fe calatraveña asegurando que «sus talentos nos hubieran sido muy útiles aplicados al management del proceso de construcción, que no fue de su competencia».

En cualquier caso, está claro que el brise soleil del MAM ha sido un éxito completo en términos de imagen. Poco importa que como parasol tenga efectos limitados, y que a ciertas horas la insolación del vestíbulo que cubre sea cegadora. Icónicamente, su triunfo es total. Su silueta destaca en los carteles de Milwaukee que uno ve nada más aterrizar en su aeropuerto, y aparece en los anuncios de incontables comercios. Da forma a pendientes, se estampa en camisetas, es telón de fondo en las emisiones de la televisión local. La ciudad de Milwaukee y sus seis condados lo han adoptado como símbolo. Distingue incluso los emblemas que llevan en su uniforme los agentes de la policía local. Es la plasmación del orgullo cívico de Milwaukee. Y, en buena medida, debe de ser responsable de que el MAM haya pasado de un promedio de 150.



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