Que el fin del mundo te pille de risas by Inés Hernand & Andrea Compton

Que el fin del mundo te pille de risas by Inés Hernand & Andrea Compton

autor:Inés Hernand & Andrea Compton [Hernand, Inés & Compton, Andrea]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Humor, Memorias, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2019-11-06T16:00:00+00:00


ANDREA

CAPÍTULO 11

Ratiferio Planet

Al coincidir con lo mejorcito de la crisis, durante nuestros primeros años de independencia teníamos siempre el bolsillo pelao, pero no tener ni un duro no nos cortó nunca las alas. Si queríamos hacer cosas, tirábamos de inventiva y de nuestra máxima vital, que era el ratiferio (un sistema económico inventado por nosotras mismas que consistía en reducir los costes al mínimo racaneando todo lo que podíamos). Leyendo cómo gestionábamos las colaboraciones en Overlay y Gocca 2 habrás podido hacerte una idea de cómo funcionaba el asunto, pero te juro que nos considerábamos hasta generosas, así que cuando se trataba de gastar pasta en nosotras mismas, tacañeábamos lo más grande.

Creo que la mejor manera de ilustrar esta situación son los viajes que hacíamos en aquella época, así que te voy a contar cuatro para que te rías y te des cuenta de que viajar sin cash y pasártelo súper no son conceptos incompatibles. (De hecho, parte de la diversión procedía precisamente de las situaciones derivadas de nuestra falta de pasta, ya verás).

El rativehículo que nos permitía llegar a nuestros destinos soñados era el Citroën ZX por el que Inés había sustituido al microcar. Era el coche más feo del mundo, pero a nosotras lo único que nos interesaba era que tirara y, mientras lo hizo, nunca le hicimos ascos. Los destinos a los que nos llevaron sus cuatro ruedas bizcas eran también puro glamur, como, por ejemplo, Benidorm. Ya, ya sé que Benidorm y glamur combinan como el agua y el aceite, pero a los dieciocho años, para nosotras Benidorm y las islas Fiyi eran destinos exactamente igual de exóticos. La única diferencia era que a Benidorm se podía llegar en la tartana de Inés y para las islas Fiyi no nos habíamos sacado todavía la licencia de vuelo; así que, para el decimonoveno cumpleaños de Gonzalo, decidimos cumplir nuestro sueño de conocer la California de España. (Se acaba de morir un californiano con esto que has dicho, colega).

Como era un viaje sorpresa, optamos por involucrar también a Mario, su hermano, para que nos ayudara a convencerle de que el plan era pasar el día en el Aquópolis. Lo recogimos en la puerta de su casa en chanclas y bañador y lo metimos en el coche cantándole el cumpleaños feliz con toda la fuerza de nuestros pulmones. La primera hora y media de viaje se tragó que estábamos yendo a Villanueva de la Cañada, porque habíamos conseguido que todos sus colegas le grabaran una dedicatoria en un CD y estaba entretenidísimo escuchándolas, pero cuando llegaron las dos últimas, que eran la de Inés y la mía, en las que además de felicitarle el cumple le revelábamos el planazo (pasar UNA SOLA noche en Benidorm de fiesta y volvernos a Madrid) casi le explota el corazón de alegría (con qué poquito éramos felices).

Llegamos al apartamento (que alquilamos única y exclusivamente porque costaba diez euros por cabeza la noche, que si no habríamos dormido directamente en el coche) y fuimos



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