Quédate para siempre by Carolyn Davidson

Quédate para siempre by Carolyn Davidson

autor:Carolyn Davidson
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántico
publicado: 2002-12-31T23:00:00+00:00


Capítulo 9

Lin no podía ni siquiera protestar. Parecía que acababa de domar un tigre. Debería saber, después del tiempo que había pasado allí, que él no era lo que parecía. La apariencia fina y sofisticada de Nicholas era solo una fachada. Bajo ella, había un hombre decidido a tener éxito, no importaba el esfuerzo que tuviera que hacer.

Y él había decidido conseguirla. Ser depositada en su cama era solo el comienzo. Nada podría detener a Nicholas. Sin embargo, el roce de sus manos era tierno y cuidadoso mientras la colocaba sobre la colcha y la acomodaba contra las almohadas.

—Desabróchate los puños —le dijo con voz áspera, y con un brillo en los ojos que ella había notado la noche anterior. Sin embargo, le subió las mangas suavemente mientras la inspeccionaba desde las palmas de las manos hasta los hombros.

Ella se mantuvo en silencio, con los ojos medio cerrados mientras observaba sus movimientos, consciente de que no eran los de un hombre que se estuviera dejando llevar por la pasión. No en aquel momento. Asintió satisfecho al moverse hacia los pies de la cama para quitarle a Lin los zapatos. Le levantó la falda hasta las rodillas, y vio las ligas de encaje que sostenían las medias asomando bajo los volantes de los calzones.

—No encojas los dedos de los pies —le dijo divertido, mientras se inclinaba hacia ella—. Solo te voy a quitar las medias, cariño. Además, ya he visto la parte trasera de tus piernas.

—Por algún motivo, eso no me tranquiliza —murmuró ella, con la garganta tensa por la expectativa.

Le quitó las medias de algodón negro y le inspeccionó las pantorrillas y los pies.

—Tienes algunos moretones, Lin, pero no tienes heridas —le dijo, poniéndose uno de sus pies en el regazo mientras se sentaba al borde de la cama. Exponer su ropa interior a sus ojos ya era lo suficientemente embarazoso como para que encima le tocara el pie desnudo, pensó ella, así que lo retiró de sus manos de un tirón.

—Estoy bien, Nicholas —su tono de voz no era tan firme como ella habría esperado, pero su actitud irritó mucho a Nicholas—. Si me traes el camisón, por favor, me quitaré esta ropa polvorienta. Se te va a ensuciar la colcha.

Él la miró fijamente y se encogió de hombros, desdeñando su argumento.

—Te traeré el camisón si prometes que te vas a quedar ahí quieta hasta que vuelva.

—Sí, muy bien —dijo ella. En aquel momento, se estaba impacientando con sus tejemanejes, porque sabía que la estaba provocando y burlándose con el poder que tenía sobre ella. De todas formas, era muy agradable que la cuidara y la mimara. Ella había experimentado aquello muy pocas veces durante su vida, y si Nicholas quería mimarla, se lo permitiría. Al menos, por el momento.

Él volvió con un camisón limpio de su habitación.

—Póntelo —le dijo—, y después te echaré un vistazo.

—Ya lo has hecho —dijo ella, firmemente, y notó en su mirada que él no iba a ceder.

—Tienes tres minutos para ponerte el camisón —le respondió.



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