Deseos prohibidos by Gaelen Foley

Deseos prohibidos by Gaelen Foley

autor:Gaelen Foley [Foley, Gaelen]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2003-01-01T00:00:00+00:00


10

A la mañana siguiente, justo después de desayunar, Jacinda fue a la biblioteca privada de la esquina de St. James y Pall Mall para investigar sobre lord Rackford consultando el auténtico oráculo de la alta sociedad: el Debrett’s Peerage. Todas las jóvenes inteligentes sabían que si querían descubrir su linaje y origen debían buscar a sus pretendientes y a otras personas de interés en aquella respetada publicación. Hojeó las delicadas páginas del enorme tomo, con la decisión de una mujer enfrascada en una misión.

Mientras Lucien seguía en el West Country, el influyente libro le pareció la mejor opción para confirmar la historia de Blade. Entretanto, detrás de ella, los demás lectores se movían sin hacer ruido por el suelo de madera noble, llevando los libros que habían elegido al gran escritorio circular del bibliotecario. La señorita Hood estaba leyendo un artículo del último ejemplar de La Belle Assemblée, con el sombrero bien atado bajo la barbilla y su sombrilla plegada colgada del antebrazo. Lizzie, por su parte, se había separado de Alec el tiempo suficiente para acompañarla, pues nunca perdía la oportunidad de entrar un momento en el templo de los libros.

Lizzie estaba examinando los estantes en busca de los últimos volúmenes de los filósofos alemanes de moda, con los ojos entornados tras sus gafas de leer. Cuando vio la obra más reciente de Goethe, emitió un gritito de regocijo que resonó por la silenciosa biblioteca.

—¡Chis! —dijo el bibliotecario para que se callase.

—Perdón —se excusó Lizzie, distraída, al tiempo que se sonrojaba.

Jacinda le lanzó una mirada risueña. Lizzie le enseñó el libro de Goethe y lo señaló entusiasmada. Jacinda movió la cabeza con gesto de diversión. «Es una intelectual incorregible», pensó, y sonrió a su amiga. Después de haberse confiado a Lizzie, por fin las cosas estaban volviendo a la normalidad entre ellas.

La noche anterior, en el carruaje, durante el trayecto a casa desde el baile de Devonshire, Alec no había parado de incordiar a Jacinda con chistes sobre el vals que había compartido con lord Rackford, que al parecer había provocado algunos arqueamientos de cejas, por no hablar del enfado de Robert.

Después de que Bel aliviara el disgusto del duque, Jacinda creyó que se encontraba libre de peligro, pero más tarde, cuando se estaba preparando para meterse en cama, Lizzie entró en su habitación de puntillas vestida con su camisón y empezó a hacer preguntas.

Jacinda acabó contándoselo todo a su mejor amiga. Bueno, casi todo. Le contó toda la historia de su encuentro con Billy Blade en el suburbio e incluso reconoció que le había dejado besarla, pero después de sonrojarse, no se sintió con valor de contar a Lizzie lo lejos que había dejado llegar a aquel salvaje tatuado. Las chicas se quedaron sentadas en la cama bebiendo chocolate y hablando hasta altas horas de la noche.

Después de compartir toda la historia con su mejor amiga, Jacinda se sintió mucho mejor. Tenía que haberlo hecho antes, lo sabía, pero Lizzie se tomó su intento de huir de casa



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