Prohibido by Elizabeth Lowell

Prohibido by Elizabeth Lowell

autor:Elizabeth Lowell
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántico
publicado: 1993-08-09T22:00:00+00:00


Amber desmontó antes de que Duncan pudiese acercarse para ayudarla. Las rodillas se le doblaron al principio pero luego aguantaron su peso con seguridad.

La boca de Duncan se torció en una mueca al comprobar que la joven ya no buscaba su contacto. No la culpaba. Lo que debería haber sido una dulce iniciación en los misterios del sexo se había llevado a cabo con salvaje brutalidad.

- Gracias Egbert -dijo Amber cuando el escudero se adelantó a tomar las riendas de Whitefoot-. ¿Ha regresado lord Erik de Sea Home?

- Sí. Os espera en el gran salón. Apresuraos. Está de un humor de perros.

Duncan observó al escudero con ojos interrogantes.

- ¿Ha ocurrido algo? -preguntó.

- Hizo colgar a un hombre no hace ni siquiera una hora.

Amber se volvió hacia Egbert tan rápidamente que la capucha de su capa dejó de cubrir su desmadejado cabello.

- ¿Por qué? -inquirió con presteza.

- El hombre tenía un brazalete de ámbar en su bolsa y se dice que es vuestro.

La joven echó un rápido vistazo a su muñeca izquierda y comprobó que dónde antes había tres brazaletes de ámbar, ahora sólo quedaban dos. Lo ocurrido después del asalto le había impedido darse cuenta de la ausencia de la joya.

- Comprendo -murmuró.

Se recogió la falda y cruzó rápidamente el patio hacia el edificio principal. El portón estaba abierto, como si alguien estuviese impaciente por verla.

Duncan la alcanzó antes de que llegase a la puerta del gran salón y entraron juntos en la estancia.

Lo que encontraron allí no fue tranquilizador. Sólo un perro lobo y el halcón podían disfrutar de la calidez de la estancia, y su nerviosismo no sugería que el humor de Erik fuese bueno.

- ¿Es cierto que has mandado colgar a un bandido? -demandó Amber antes de que Duncan pudiese abrir la boca.

Tras un instante, Erik apartó el manuscrito que había estado leyendo. Primero miró a Amber y luego a Duncan.

- La horca es el castigo para cualquiera que se atreva a tocar lo que está prohibido -afirmó.

La joven respiró con un sonido ronco. Duncan había hecho mucho más que tocarla.

Y Erik, de algún modo, lo sabía.

- ¿Es tuyo, verdad? -preguntó el joven lord, sacando un brillante brazalete de ámbar de debajo del manuscrito y mostrándoselo a la joven.

Ella asintió en silencio.

Los enigmáticos ojos del hechicero se fijaron entonces en Duncan.

- He oído que has luchado bien. Por ello tienes mi gratitud.

- No eran más que vulgares ladrones.

- Eran diez contra ti -siguió Erik-. Armados y astutos. Han mancillado y matado al menos a una dama y vencido a tres caballeros que viajaban solos. Gracias de nuevo.

- ¿Puedo hablarte a solas? -solicitó Duncan.

- El último hombre que pidió lo mismo tuvo un final desafortunado -señaló Erik sonriendo ligeramente-. Pero a ti te tengo en mucha más estima. Los guerreros de tu destreza son muy escasos.

Duncan miró a la joven esperando a que se fuera. Ella le devolvió la mirada pero no se movió.

- Amber -le pidió Erik con calma-. ¿Nos dejas solos?

- No. Creo que lo que aquí se va a decir me afecta directamente.



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