Premio Edebé 2016 by Luis Leante Chacón

Premio Edebé 2016 by Luis Leante Chacón

autor:Luis Leante Chacón
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788468327945
editor: Edebé (Ediciones Don Bosco)
publicado: 2016-03-25T00:00:00+00:00


Capítulo nueve

Me despertaron las voces de unos niños que corrían por la plaza que había delante de las casas. Había dormido profundamente, aunque me costó trabajo conciliar el sueño. Me asomé a la ventana y vi dos coches aparcados delante de una de las casas rurales. Martín hablaba con una pareja. Por el aspecto de aventureros con ropa de marca, supuse que se trataba de huéspedes que venían a pasar el fin de semana.

Como imaginé, Héctor no estaba ya en su cuarto. Seguramente llevaba ya dos o tres horas levantado. Era posible que se hubiera hartado de hacer abdominales y flexiones. Me duché apresuradamente y fui a la casa principal. Lo encontré en el salón, delante de la chimenea, con un ordenador portátil sobre las piernas. Estaba irreconocible. Con aquella gorra de campo que le había dejado Martín, pantalones de pana y botas de goma, no parecía un policía, si es que los policías se reconocen a primera vista, cosa que dudo desde entonces.

Estaba tan ensimismado en la pantalla del ordenador que no se percató de mi presencia. Cuando le di los buenos días, se sobresaltó.

—¿Todo va bien? —le pregunté y él me sonrió.

—Sí, todo bien. Estoy escribiéndole a tu madre. Quiero que hables con ella esta tarde.

—¿Por teléfono?

—No, usando el tantán —me dijo muy serio y enseguida volvió a sonreír—. Por supuesto, por teléfono.

—Pero me dijiste que no deberíamos…

—Sí, eso es lo que te dije. Pero no tengo la conciencia tranquila. No sé si estoy haciendo lo correcto contigo.

—¿Qué quieres decir?

—Que no es justo que por mi culpa estés separado de tu madre tanto tiempo, o viceversa.

—Mi madre está tranquila. Ayer estuvimos escribiéndonos, ya lo sabes.

—Sí, pero he pensado algo para que hables con ella.

Héctor me explicó que habían concertado una hora para que ella llamara a casa de Martín. Debía hacerlo desde un teléfono público, para no dejar rastro de la llamada.

—Puede que todo esto te parezca exagerado, pero conozco bien a Rocky Balboa y sé que removerá cielo y tierra para encontrarme. Y no parará hasta que lo consiga.

—Eso no va a ocurrir.

—Por supuesto que no.

Ariché salió de la cocina secándose las manos en el delantal. Me dio los buenos días y me preguntó por la herida de la mano. Se la mostré. Estaba totalmente cicatrizada.

—Me alegro —me dijo.

—Sin embargo, me vendría bien que me pusieras un rato las manos aquí —le dije señalando la cabeza.

Ella entornó los ojos y me dijo riendo:

—Claro que sí, en cuanto hayas desayunado.

Estaba ansioso por preguntar por Teisa, pero no me atrevía.

Desayuné en la cocina con Jorge, que acababa también de levantarse. Me guiñó un ojo y me dio a entender por gestos que nadie se había enterado de que la noche anterior había llegado a casa después de su hermana. Héctor nos acompañó con una taza de café. Llevaba levantado desde antes el amanecer, según nos contó, y había salido a correr por el monte. Jorge quería saber algunas cosas sobre la historia que lo había traído hasta allí, pero Héctor fue muy precavido.



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