Preludios y orígenes I by Alejandro Arnaldos

Preludios y orígenes I by Alejandro Arnaldos

autor:Alejandro Arnaldos
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Terror
publicado: 2014-01-09T23:00:00+00:00


CAPÍTULO 3: MAITE

Pese a que hacía un frío que pelaba, tuve que secarme el sudor de la frente cuando salí de la tienda de campaña de Silvio, donde el pobre hombre seguía en un estado lamentable debido a la sobredosis de droga en la que estaba sumido.

—¿Qué le pasa mamá? —me preguntó Clara con una cara mezcla de preocupación y curiosidad, intentando asomarse dentro.

La cogí de las manos y la aparté de allí rápidamente; no me parecía que aquel fuera un espectáculo para una niña de su edad, y con Judit y Félix encargándose yo no les hacía falta.

—No te preocupes, cariño, solo está enfermo porque… ha cogido frío. —le mentí mientras nos dirigíamos al bidón, donde las ascuas de la hoguera de la noche anterior todavía desprendían algo de calor.

—Sí, se le ha metido “frío” por la nariz —se mofó Jorge con una desagradable sonrisa en la cara—. Qué cabrito, ya podría haber compartido algo, seguro que colocado con esa mierda todo esto sería mucho más llevadero.

—¿Por qué no te callas? —le espeté fulminándole con la mirada.

—¿La niña puede ver cadáveres podridos descuartizar a gente viva pero no se puede hablar de drogas en su presencia? —bufó frotándose las manos delante de las ascuas.

Sentí como Clara se agarraba con fuerza a mis pantalones, asustada porque aquél gilipollas le hubiera recordado todas las cosas que la pobre había tenido que ver.

—¡Cierra la boca de una vez! —exclamé hasta los ovarios de ese tipo—. ¿Por qué no haces algo útil y buscas un poco de leña para encender esto? Hoy va a hacer frío.

Jorge se encogió de hombros y se marchó. Le seguí con la mirada hasta que desapareció entre los arbustos y, apenas un minuto más tarde, de entre los mismos arbustos aparecieron Érica y Toni. Cuando Judit se hizo cargo del estado de Silvio, mandé a Érica a buscarle porque pensaba que debía saber lo que estaba ocurriendo en el campamento y Félix estaba demasiado ocupado para encargarse.

—Ya me lo ha contado, ¿cómo ha pasado? —exclamó nada más llegar al bidón, lanzando miradas hacia la tienda de campaña, donde Félix y Judit seguían intentando reanimar a Silvio.

—Pues… no creo que necesite mucha explicación. —respondí yo sin querer profundizar demasiado en el tema, ya que noté que Clara no se perdía una palabra de lo que estábamos diciendo.

—¿Cómo no nos dimos cuenta hasta ahora? —se preguntó sin apartar la vista de la tienda.

—No lo sé —le contesté para inmediatamente cambiar de asunto—. ¿Cómo está la cosa? ¿Has visto algún resucitado cerca?

—No sabría decirte —dijo volviendo la mirada hacia mí—. Está todo despejado, pero por un momento me pareció ver a uno acechando al otro lado de la carretera, aunque para cuando pude fijarme mejor ya no había nada.

—Los podridos no acechan —escupió Érica—. Sería un puto animal.

—Espero que los demás vuelvan pronto… Judit tiene buena intención, pero creo que solo Luís puede ayudar a Silvio ahora mismo. —comenté justo en el mismo momento en que la susodicha se acercó corriendo hacia nosotros.



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