Potiki by Patricia Grace

Potiki by Patricia Grace

autor:Patricia Grace
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Drama
publicado: 1999-08-09T22:00:00+00:00


1pohutukawa,

2ngaio

3y nikau, también de olas, arrecifes, colinas, y del sol, la lluvia y las estrellas. Había relieves hechos de los gritos, la sabiduría, el amor y las peleas. Cada instante de nuestras vidas estaba contenido en uno de esos adornos o personas. Día a día mi primera madre Mary limpiaba la casa con esmero y amor.

Detrás de la casa estaban enterrados nuestros muertos. Precisamente éste era el lugar que los ricos deseaban. Por él hubiesen pagado miles de dólares y los del consejo estaban ayudándolos a cumplir sus propósitos. Mi madre Roimata decía que esta gente pensaba de forma diferente al resto de las personas y que tenían otras prioridades.

El hombre del oro podría venir tantas veces como quisiera con su odio y su extraña forma de pensar; no íbamos a permitir que se apoderaran de nuestras tierras, ni de nuestras casas, ni de nuestros muertos. Mi hermano Manu sentía miedo por este hombre y gritaba en sueños. Mi otro hermano, James, no le temía y escuchaba todo con mucha atención para poder saber. Tangí, mi hermana, no le tenía miedo pero estaba temerosa. Yo estaba como Tangi que no tenía miedo, pero presentía que algo malo iba a suceder. Yo no tenía las pesadillas de Manu, ni gritaba de rabia como mi hermana, pero el presentimiento me atemorizaba.

Un día estando en los huertos, sentimos un ruido que venía de muy lejos, de las montañas. Era el ruido de las excavadoras y los camiones abriéndose camino, era el sonido de la dinamita quitando del medio las colinas. Pero estas carreteras no eran las que Dollarman realmente quería. Las que ellos necesitaban debían pasar delante de nuestras casas y a través del wharenui y del urupa. Una y otra vez nos habían mostrado los mapas con las carreteras y nos habían explicado cómo el wharenui podía ser movido de lugar sin costo para nosotros. Según ellos, lo trasladarían a un lugar más cerca de la ciudad, a lugar más hacia el centro. Todos rieron porque el hombre no había entendido que la casa ya estaba en el centro y que nadie la podría mover más hacia el centro. El hombre se sorprendió al oír las carcajadas y rápido se miró a la ropa como si de repente se hubiera percatado de que llevaba puesto algo raro. En ese instante nos dimos cuenta de que no había entendido, que nunca había entendido una palabra de lo que habíamos explicado… y que nunca entendería.

Mi tío trató de volver a explicarlo todo desde el principio. Creo que sentía lástima por el hombre. Mi hermana Tangimoana, que no sentía una gota de lástima, le gritó estúpido hijo de puta.

Entonces ocurrió algo extraño. Yo estaba sentado cerca de mi Abuela Tamihana. Habíamos instalado las colchonetas en el suelo para estar más cómodos. También habíamos llevado con nosotros unas mantas pero no las habíamos usado porque hacía más bien calor.

Por la mañana, cuando preparábamos la casa para la reunión, algunos habían pensado traer una mesa para los planos y los papeles del hombre y una silla para que se sentara.



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