Posdata: te quiero by Cecelia Ahern

Posdata: te quiero by Cecelia Ahern

autor:Cecelia Ahern [Ahern, Cecelia]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Drama, Romántico, Humor
ISBN: 9788466639071
editor: Ediciones B, S. A.
publicado: 2008-06-30T22:00:00+00:00


28

—¡Socorro! —gritaba Denise a pleno pulmón, agitando los brazos desesperadamente.

—No creo que puedan oírnos —dijo Holly, los ojos llenos de lágrimas.

—¿Cómo hemos podido ser tan estúpidas? —soltó Sharon, y siguió divagando sobre los peligros de las colchonetas en el mar.

—Oh, déjalo ya, Sharon —le espetó Denise—. Ahora estamos aquí, así que vamos a gritar a la vez a ver si así nos oyen.

Las tres se aclararon la garganta y se incorporaron todo lo que pudieron sin hundir las colchonetas más de la cuenta.

—Muy bien, uno, dos, tres… ¡Socorro! —gritaron al unísono, y agitaron los brazos frenéticamente.

Finalmente dejaron de gritar y contemplaron en silencio los puntitos de la playa para ver si habían conseguido algo. No percibieron ningún movimiento alentador.

—Por favor, decidme que no hay ningún tiburón por aquí —gimoteó Denise.

—Oh, venga, Denise —le espetó Sharon con enojo—. justo lo que necesitábamos que nos recordaras.

Holly tragó saliva y miró el agua, la misma que ahora se había oscurecido. Saltó de la colchoneta para ver lo profunda que era y, cuando se sumergió, el corazón comenzó a latirle con fuerza. La situación era delicada. Sharon y Holly intentaron nadar arrastrando las colchonetas, mientras Denise seguía soltando alaridos espeluznantes.

—Por Dios, Denise —rogó Sharon—, lo único que va a contestar a eso será un delfín.

—No es por nada, guapa, pero será mejor que dejéis de nadar de una vez. Lleváis no sé cuánto rato dándole y no os habéis movido de mi lado.

Holly paró de nadar y levantó la vista. Denise estaba mirándola.

—¡Oh! —Holly procuró contener el llanto—. Sharon, más vale que paremos y conservemos las fuerzas.

Sharon obedeció, las tres se acurrucaron en sus respectivas colchonetas y lloraron. Lo cierto era que poco más podían hacer, pensó Holly, sintiendo auténtico pánico. Habían intentado pedir ayuda, pero el viento se llevaba sus voces en la dirección opuesta; habían intentado nadar, lo que también había resultado del todo inútil, ya que la corriente era demasiado fuerte. Empezaba a hacer frío y el mar se veía cada vez más oscuro y amenazador. En menuda situación estúpida se habían metido. Pese al miedo y la preocupación, Holly se sorprendió al sentirse completamente humillada.

No sabía si reír o llorar, y una inusual combinación de ambas cosas comenzó a salir de su boca, haciendo que Sharon y Denise dejaran de llorar y la miraran como si tuviera diez cabezas.

—Al menos sacaremos algo bueno de esto —aseguró Holly, medio riendo medio llorando.

—¿Hay algo bueno? —preguntó Sharon enjugándose las lágrimas.

—Las tres siempre hemos hablado de ir a África. —Rió como una loca y luego agregó—: Por el cariz que están tomando las cosas, diría que ya estamos a medio camino.

Las chicas otearon el horizonte en dirección a su nuevo destino. —Desde luego es un medio de transporte barato —secundó Sharon. Denise las miraba como si hubiesen perdido el juicio, y a ellas les bastó verla tendida en mitad del océano, desnuda salvo por el minúsculo tanga de piel de leopardo y con los labios morados, para que les entrara un ataque de risa.



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