Por qué el tiempo vuela by Alan Burdick

Por qué el tiempo vuela by Alan Burdick

autor:Alan Burdick [Burdick, Alan]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela
editor: Plataforma Editorial
publicado: 2018-02-18T23:00:00+00:00


La tesis de Pöppel es que lo que a veces experimentamos como «ahora» está de hecho repleto de actividades cognitivas (sílabas, sacadas oculares, la cosecha del significado) a las que no puede accederse totalmente mediante la introspección. Además, advierte que el ajetreo en cada momento está cuidadosamente orquestado; la pronunciación de las sílabas sucesivas y el movimiento de los ojos de una palabra escrita a la siguiente están sincronizados «como los vagones de un tren en función de un horario». Pero ¿cómo?

En 1951, el psicólogo de Harvard Karl Lashley exploró la relación entre el tiempo y el lenguaje en un artículo hoy clásico: «The Problem of Serial Order in Behavior» [«El problema del orden serial en la conducta»]. Lashley observó que, para que las palabras expresen un significado, han de presentarse en un orden particular. La frase «Pequeño un mary tenía cordero» no significa nada, pero reorganizado, «Mary tenía un cordero pequeño», el enunciado resulta comprensible. Como señalaba mi intérprete italiano, las reglas de la sintaxis varían de un idioma a otro; en inglés, por ejemplo, el adjetivo suele preceder al nombre que modifica («yellow jersey»), mientras que en francés aparece en segundo lugar («maillot jaune»). Estas reglas son maleables y socialmente adquiridas, y cambian con el tiempo. No obstante, en cualquier idioma, el orden de las palabras es significativo, es decir, significa.

Por lo general, no dedicamos ningún pensamiento consciente a la sintaxis; esta se despliega aparentemente por sí sola, en una escala temporal justo por debajo de la conciencia. (Tu cerebro está tan ansioso por hallar orden que la primera vez que escudriñas las palabras «Pequeño un mary tenía cordero» puede que hayas captado directamente su significado pretendido y no hayas advertido el desorden.) Y a veces confundimos el orden. Lashley observa que, cuando teclea, a veces descoloca las letras, escribiendo «thses» en lugar de «these» o «wrapid riting» en lugar de «rapid writing». (De hecho, al teclear la oración anterior, he escrito sin querer «dypet» en lugar de «typed» [teclear] antes de corregirlo.) Lo llamativo de estos errores es que con frecuencia son errores de anticipación: una letra o una palabra que debería venir después aparece, en cambio, antes —ahora—, como si el ojo de la mente (a falta de un término mejor) se hubiera adelantado, distrayendo a los dedos de su tarea actual. ¿Cómo generamos el orden temporal correcto sin pensar en él? Lashley consideraba este problema «el más importante pero a la par olvidado de la psicología cerebral».

A juicio de Pöppel, el mecanismo organizativo que Lashley tenía en mente, aunque Lashley no usara expresamente el término, es un reloj. «Esta construcción o concatenación de las palabras en sus lugares apropiados tiene lugar, bajo la dirección de un plan mental, por medio de un reloj —escribe Pöppel—. El reloj del cerebro asegura que todas las funciones administrativas, todas las regiones cerebrales implicadas en conectar el tren de palabras, funcionan de manera sincronizada, de suerte que, con relación al plan general, son capaces de cumplir sus tareas asignadas en el momento correcto.



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