Por fin llega el amor by Mary Balogh

Por fin llega el amor by Mary Balogh

autor:Mary Balogh
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántico
publicado: 2013-08-09T22:00:00+00:00


Capítulo 14

—Smith — le dijo Duncan a la mañana siguiente a su ayuda de cámara mientras este lo ayudaba a ponerse la chaqueta y se aseguraba de que ni la camisa ni el chaleco sufrieran la menor arruga en el proceso—, ¿crees que cuando alguien ha vivido en una mentira durante cierto número de años se pierde la capacidad de decir de nuevo la verdad?

El sirviente, que no estaba muy satisfecho con los resultados de su trabajo, le colocó mejor la chaqueta sobre el hombro izquierdo y se apartó para echarle un vistazo crítico.

—Aunque uno vaya por la vida con la verdad por delante — contestó al tiempo que le cepillaba la chaqueta con vigor para eliminar cualquier posible pelusa—, siempre se puede recurrir a la mentira cuando conviene. Así que supongo que lo mismo sucederá a la inversa.

—Mmm — murmuró él—. Una opinión reconfortante. ¿Has acabado conmigo?

—Sí — contestó su ayuda de cámara—. Un solo vistazo y caerá desmayada a sus pies por la emoción.

—¿De verdad? Eso sería un milagro. Ya me ha dicho que ni soy guapo ni medianamente apuesto.

Smith lo miró de reojo mientras recogía la ropa que Duncan acababa de quitarse.

—En ese caso, Milord — replicó—, no me extraña que le preocupen las mentiras, ya que ha descubierto usted a una mujer sincera.

Duncan todavía se reía entre dientes cuando cerró la puerta del vestidor, tras lo cual enfiló la escalinata.

Esa tarde llevaría a Margaret de visita a casa de su abuelo. La noche anterior se acostó con la intención de visitar el club de boxeo de Jackson a primera hora de la mañana, tras lo cual pasaría un par de horas en White's. Sin embargo, el sueño lo había eludido durante toda la noche y al llegar el amanecer había tomado una decisión concreta.

Se había pasado la noche cambiando de postura. Tan pronto estaba tendido de espaldas con la vista clavada en el dosel de la cama, como se colocaba de costado y doblaba las piernas hasta rozarse casi la frente con las rodillas mientras aferraba la almohada con un brazo. O si no, se colocaba boca abajo y buscaba una posición que le permitiera respirar con facilidad. No tuvo éxito en ningún caso. No encontró una postura cómoda ni por asomo.

En un momento dado, tendido otra vez de espaldas y con los dedos entrelazados detrás de la cabeza mientras observaba el capullo de rosa bordado en el centro del dosel, concluyó que era un aciago destino el de nacer con conciencia. Porque hacía estragos con las oportunidades que un hombre tenía para vivir cómodamente en el mundo real y también con las posibilidades de disfrutar de una noche de sueño.

De modo que allí estaba, arreglado como si tuviera la intención de hacer una nueva propuesta matrimonial, cosa que era cierta en parte. A la misma dama y en el mismo lugar. Iba de camino a Merton House para hablar con ella. Deseaba de todo corazón que no estuviera en casa. ¿No acostumbraban las damas a



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