Poesía completa by Edgar Allan Poe

Poesía completa by Edgar Allan Poe

autor:Edgar Allan Poe [Poe, Edgar Allan]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Poesía, Intriga, Sátira, Psicológico
editor: ePubLibre
publicado: 2000-01-01T00:00:00+00:00


EL CUERVO

En una taciturna medianoche, mientras débil y cansado cavilaba

ante algunos extraños y curiosos volúmenes de olvidados saberes,

mientras cabeceaba, casi dormitando, de improviso se oyeron unos toques,

como si alguien estuviera llamando, llamando a la puerta de mi cuarto.

"Será algún visitante —musité— llamando a la puerta de mi cuarto,

solo eso y nada más.”

Ah, recuerdo claramente que esto era en el gélido diciembre,

y cada ascua moribunda daba forma a su fantasma sobre el suelo.

Yo anhelaba ansiosamente la mañana; en vano había tratado de obtener

de mis libros alivio a mi pesar, mi pesar por la perdida Lenora,

por la rara y radiante doncella a quien llaman los ángeles Lenora,

aquí sin nombre nunca más.

Y el sedoso, triste, incierto susurrar de las purpúreas cortinas

me estremeció, me llenó de fantásticos terrores que no había antes sentido;

conque para calmar los latidos de mi corazón, me puse en pie repitiendo:

"Será algún visitante que suplica entrada en la puerta de mi cuarto,

algún visitante tardío que suplica entrada en la puerta de mi cuarto;

eso es y nada más.”

Mi alma se sintió de inmediato más fuerte; y sin dudarlo más

"Señor —dije— o señora, sinceramente imploro vuestro perdón,

pero el caso es que estaba dormitando, y tan suavemente vinisteis a llamar,

tan quedamente vinisteis a tocar, a tocar a la puerta de mi cuarto,

que no estaba seguro ni de haberos oído”; en esto abrí de par en par la puerta;

había oscuridad y nada más.

Hundí la vista en aquella oscuridad y estuve un rato allí inquiriendo, temiendo,

dudando, soñando sueños no mortales que antes nunca osé soñar;

pero no se rompió el silencio ni dio señales la quietud,

y la única palabra allí dicha fue la palabra «¿Lenora?» musitada,

eso musité, y un eco murmuró en respuesta la palabra «¡Lenora!»,

simplemente eso y nada más.

Ya de vuelta en mi cuarto, con toda mi alma ardiendo en mi interior,

pronto oí de nuevo golpes algo más fuertes que antes.

"Sin duda —dije—, sin duda es algo que está junto a la celosía de la ventana;

veamos, pues, qué hay ahí; exploremos este misterio;

cálmese un momento mi corazón; exploremos este misterio;

¡es el viento y nada más!

Abrí el postigo y entonces, entre mucho revuelo y aleteo,

en él se posó un cuervo magnífico de los sagrados días de antaño;

no rindió la menor pleitesía; ni un minuto se detuvo o lo dudó,

sino que, con porte de señor o de dama, se posó sobre la puerta de mi cuarto,

se posó en un busto de Palas justo sobre la puerta de mi cuarto,

se posó, se instaló y nada más.

Entonces cautivó aquel pájaro de ébano mi triste imaginación haciéndome sonreír

por la grave y severa corrección que ofrecía su semblante;

"Aunque esté tu cresta rapada y pelada —le dije— no eres de seguro ningún cobarde;

fantasmal y adusto cuervo antiguo que errando llegas de la costa de la noche,

¡dime cuál es tu nombre señorial en la costa plutoniana de la noche!”

Dijo el cuervo: «Nunca más».

Mucho me maravilló oír a aquella insulsa ave disertar tan llanamente,

aunque su respuesta tuviera poco sentido, poca pertinencia;

pues no podemos evitar estar de acuerdo en que ningún ser humano vivo

recibió nunca



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