Poema mortal by J.T. Ellison

Poema mortal by J.T. Ellison

autor:J.T. Ellison [Ellison, J. T.]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 978-84-671-9756-3
editor: Publidisa
publicado: 2011-03-15T00:00:00+00:00


CAPÍTULO 27

Baldwin recibió la llamada en su habitación de hotel casi un minuto antes de que la alerta de noticias apareciera en la pantalla de televisión.

–Soy Grimes. Ha desaparecido otra chica.

–¿Lo dices en serio? Pero si ni siquiera han pasado veinticuatro horas. ¿Quién es?

–Una chica del pueblo, Christina Dale. No ha aparecido en el trabajo esta mañana. Todo el pueblo está en alerta por lo de Marni Fischer, y como la chica no apareció esta mañana, llamaron inmediatamente. Y una cosa más. Tenemos una filtración.

Baldwin vio la fotografía de una chica morena y muy guapa en la pantalla, mientras la alerta de noticias parpadeaba.

–Lo de que tenemos una filtración es un eufemismo.

–Lo sé, lo sé. Yo tampoco puedo imaginarme quién es. Yo no le estoy dando información a nadie, eso seguro. De todos modos, tenemos que investigar esta nueva desaparición. ¿Cuándo podemos quedar?

–Voy a darme una ducha. ¿Nos vemos en quince minutos en el vestíbulo?

–Muy bien. Hasta luego.

Grimes colgó y Baldwin se sentó al borde de la cama, sacudiendo la cabeza. Demasiado rápido. Demasiado rápido. Aquel tipo era cada vez más rápido, y ellos no estaban ni siquiera cerca de saber lo que ocurría. Necesitaban un empujón. Se levantó y fue al baño, desnudándose por el camino. Oh, ¿a quién le estaba tomando el pelo? Lo que necesitaban era atrapar a aquel asesino. Atraparlo de una vez por todas.

–Tenemos una pista –dijo Grimes, cuando Baldwin se acercó a él por el vestíbulo del hotel. Grimes tenía un aspecto un poco mejor; no parecía que hubiera descansado mucho, pero al menos le brillaban los ojos–. Tenemos una pista –repitió en voz baja, y le puso la mano en la espalda a Baldwin como si quisiera guiarlo hacia el exterior.

Cuando hubieron salido a la calle, Baldwin se volvió hacia él.

–Deja que lo adivine. Había ADN en el trocito de preservativo.

Grimes puso cara de decepción.

–No, ahí no había nada útil. Recuperaron células epiteliales, pero eran de una mujer.

–Maldita sea –dijo Baldwin–. Era nuestra mejor esperanza hasta ahora.

–Vas a cambiar de opinión cuando te cuente esto: hemos tenido una llamada anónima, diciéndonos que vieron a Christina Dale en un motel anoche. Un motel barato que está a menos de tres kilómetros. Vamos a ver la habitación; quizá todavía esté allí. Van a llevar perros policía, también. Si no está, quizá puedan seguir su rastro.

Entraron al coche y Grimes arrancó a toda velocidad.

–Una pista, tío, eso era lo que necesitábamos, una pista.

–Sí, es cierto. Está muy bien, Grimes –dijo Baldwin.

No pensaba que fueran a encontrar a la chica en el motel, con todas las pistas que necesitaban para atrapar a aquel criminal, pero estaba dispuesto a probar cualquier cosa.

A los pocos minutos, llegaron a un motel de carretera que había conocido tiempos mejores. La pintura de las paredes estaba desconchada y era de un gris sucio que quizá hubiera sido blanco cincuenta años antes. Tenía encendida la señal de Libre, y Baldwin se preguntó si había estado apagada alguna vez. Había ya muchos coches en el aparcamiento, y Baldwin quería ser el primero en entrar en la habitación.



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