Pioneros del futuro by AA. VV

Pioneros del futuro by AA. VV

autor:AA. VV. [AA. VV.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 1977-01-01T05:00:00+00:00


II

Algo parecido a un limón; no, a un melón. No, se estaba alargando; un pepino. No, porque se curva; un plátano. No, rizado. Una rebanada de melón. No, nuevamente un melón. ¿O era —estaba todo deformado—, era un rostro? Se agitó, se solidificó. Se transformó en una firme quijada y unos ojos que miraban fijamente hacia abajo. Se convirtió en la cara de Murray Mumford, vista a través de una bruma de debilidad.

—Eh —gruñó Tyne. Se encontraba sobre una tarima que todavía se agitaba por los bordes, y miraba a Murray.

—¿Qué tal? —preguntó Murray—. ¿Te sientes mejor?

—Agua —dijo Tyne.

Se la bebió de un trago cuando se la trajeron. Su cabeza se aclaró, recordó el accidente en la 101, la entumecedora explosión en su traje espacial.

—¿Dónde estamos, Murray? —preguntó.

—A una hora de la base lunar, sin persecución, derechitos a casa —dijo Murray—. Se la di con queso a los Rosks. Pensé que nunca te ibas a recuperar. ¿Cómo te sientes?

—Ésta es mi mejor parte —dijo Tyne con ironía, alzando su enguantada mano izquierda. Bajo el guante se encontraba su mano metálica; la mano auténtica se la habían amputado tras un accidente aéreo varios años atrás.

—No creo que tengas nada mal —dijo Murray—, aparte de algunas magulladuras. Los Rosks dispararon sobre nosotros. Una bala alcanzó tu traje espacial en la parte del hombro; afortunadamente no partió las junturas, y los amortiguadores acapararon el máximo de la explosión. ¿Cómo lo hiciste… con una pata de conejo?

—¿Cómo vine aquí? ¿No perdí la memoria?

—Perdiste el conocimiento de arriba abajo y te desplomaste como un buey con las patas cortadas. Te traje aquí, primero a rastras, y luego a hombros —dijo Murray—. Afortunadamente, mientras comenzaste a desplomarte tuve tiempo de cargarme el segundo foco Rosk.

—Gracias, Murray —dijo Tyne, y sólo después, con un deje de culpa, recordó a su amigo—: ¿Dónde sé encuentra Allan?

Murray apartó la mirada, encogiendo las pobladas cejas como en un gesto doloroso.

—Me temo que Allan no se encuentre —dijo pausadamente.

—¿Qué quieres decir con eso de que no se encuentra? Apartándose de la tarima, como si repentinamente hubiera encontrado las palabras exactas, dijo Murray:

—Tyne, esto puede ser algo difícil de aceptar. Las cosas se te escapan a veces de las manos. Era un sitio horrible, ya lo sabes. Cuando te desplomaste, te agarré y te subí hombros. Allan me instó a que corriera y te dejara allí, supongo que lo hizo en un momento de pánico. Quería abandonarte a los Rosks. Le dije que cubriera mi retirada, y lo último que sé es que estaba agitando su pistola rente a mi cara, alegando que me dispararía si no te abandonaba.

—¡Allan! —protestó Tyne—. ¿Allan dijo eso?

—¿Nunca has tenido miedo? —preguntó Murray— Las situaciones en las que las amarras se te sueltan y ni siquiera sabes lo que haces o dices. Cuando vi la pistola de Allan ante mi cara, y sabiendo que los Rosks se nos acercaban por la espalda, perdí también el control de lo que hacía.

De nuevo volvió la cabeza; todo su cuerpo sufría una tensión como jamás había visto Tyne anteriormente.



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