Perro moscovita by Unknown

Perro moscovita by Unknown

autor:Unknown
La lengua: spa
Format: epub
Tags: 1. Novela mexicana., 2. Guerra fría – Literatura juvenil., 3. Carrera espacial – Literatura.
editor: Ediciones SM


La noticia despertó un pesimismo inusual entre los colaboradores del proyecto. Y no por el fracaso que esto significaba para el programa. No. En el Centro de Selección y Diagnóstico Canino, así como en la estación espacial soviética, el vínculo con los perros aeronautas era tan fuerte como con cualquier compañero de trabajo. Las historias de duelo que se vivían en el cosmódromo de Kapustin Yar eran muchas. Ya antes, el propio Aleksandr Seriapin había recuperado el cuerpo de un perro y, desobedeciendo las reglas que prohibían sepultar animales, lo enterró en la estepa que rodeaba las instalaciones.

Los meses que siguieron al incidente de Lisa 2 y Fox fueron de hastío. El equipo entero parecía dudar del beneficio que traería consigo la carrera espacial. Incluso hubo quienes renunciaron. Pero no Aleksis. De donde él venía, la muerte carecía por completo de sentido. Los callejeros que llegaban a la perrera estaban condenados sin remedio. Sus vidas no tenían uso ni propósito; morían como alimañas después de pasar por el infierno de la soledad y el hambre.

“En cambio”, le escribió a Vavo en una de sus cartas, “aquí llevan una buena vida. Tienen la oportunidad de salvarse y convertirse en héroes. Los perros del programa consiguen algo que muchas personas no encuentran a lo largo de su vida: sentido”.

Entonces Aleksis pensó en Pável: “¿Cuánta gente trabaja a marchas forzadas en las tierras del norte? ¿Están a la intemperie y mueren de fatiga o frío? Sí. Estos perros están bien alimentados, disfrutan de una habitación caldeada y un trato digno y cariñoso”.

En silencio, caminó hasta el recibidor. Por enésima vez, se detuvo frente al epígrafe de Pávlov y comprendió que había más en esa inscripción de lo que se leía a simple vista. Si bien era cierto que los caballos y otras bestias de carga jugaban un papel decisivo en la vida del ser humano, con los perros era distinto. Su capacidad para desarrollar vínculos afectivos con una especie distinta podía calificarse como única en la historia de las ciencias naturales. Estos animales rondaban a sus entrenadores, buscaban a sus cuidadores y se entendían entre sí. Con los chimpancés americanos la historia era otra. En ellos sólo había condicionamiento. Y si perder a un perro resultaba doloroso, ver el miedo reflejado en la mirada de los monos resultaba francamente perturbador.

El verdadero debate en torno al uso de animales para impulsar la ciencia y la tecnología empezó cuando, tras un aterrizaje experimental, Estados Unidos publicó la fotografía de un chimpancé que mostraba los dientes: “Una gran sonrisa”, anunciaba el diario. Entonces, ambientalistas, zoólogos y otros activistas levantaron la voz no sólo en América, sino en el resto del mundo: lejos de expresar felicidad, el gesto del mono ponía de manifiesto el terror más absoluto.

Quizá por eso, o por la relación que el desarrollo espacial tenía con la carrera armamentista y la posible destrucción del planeta, la opinión pública empezó a mostrar señales de alarma. La gente no quería enfrentar una nueva guerra ni destinar



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