Penumbria 35 by AA. VV

Penumbria 35 by AA. VV

autor:AA. VV. [AA. VV.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2016-09-01T00:00:00+00:00


Ausencia de dios

Valerie Vetra

Ella me aseguró que la creatividad desapareció cuando Dios fue secuestrado. Mi madre me dijo una vez, cuando niña y sentadas en la cama, que a Dios lo arrancaron del trono cuando construyeron un robot con emociones. Es que Dios, me explicó, no tiene nada contra los robots. El problema son esos, esos que pretenden ser copia del humano, porque el humano es imagen de Dios y un robot aspirando a humano es un robot aspirando a Dios. Y eso, eso no se puede. Blasfemia pura.

Siempre me parecieron extrañas semejantes afirmaciones de mi madre, maestra jubilada de la universidad. Se asume que en las universidades siempre se van a encontrar a mujeres y hombres de conocimientos, pero mi madre era supersticiosa de primera, de esas mujeres que no sale de casa sin consultar el horóscopo en Hoy y que al parecer tenía un complejo a lo Sarah Connor. Aquella fue mi única explicación, porque no éramos una sociedad de robots y estoy seguro que la noticia que ella vio, la del robot con sentimientos, se la fusiló de una revista de lo insólito o de El hombre bicentenario.

Su explicación para la muerte de la creatividad fue la ausencia de Dios. Yo me hubiese inclinado al final de Clarke, el final eficaz y predicho, pero no hubo aviso de antelación, ni el surgimiento del Anticristo, ni tampoco se cumplió ninguna de esas profecías apocalípticas. Sentimos la creatividad morir en el aire, en el sol, en nuestras caras. Sucedió de un momento a otro, con un ruido semejante a un suspiro prolongado. Durante unos minutos no funcionó el teléfono, el internet o el retrete. Consideré la lógica, pero, ¿qué era el pensamiento humano, el pensamiento de un humano bendecido en el pecado de la ignorancia para justificar lo que según la mujer más sensata que yo conocía era el secuestro de un Dios?

Los artistas no estaban de acuerdo con mi madre; tampoco los ingenieros ni el bolero de la Plaza del Mariachi. Todos acordaban que la muerte de la creatividad era una cuestión pasajera, que bastaría una buena noche de sueño para recuperar las ideas para nuevos inventos, que volvieran las melodías originales, las pinturas, los cuentos y las fotografías. Pasaron los días y la iluminación mental no llegó. La falla continua de los aparatos electrodomésticos acabó por arruinarlos y en cuestión de días volvimos a los arboles buscando sustento, lanzando los celulares descontinuados para poder recoger las últimas manzanas transgénicas. Por primera vez en mucho tiempo éramos los humanos no más que animales, animales de la misma calaña, sin distinciones ni marcas; era entonces también la primera vez que éramos uno, uno con la ausencia de Dios, uno con el Dios destronado que junto a nosotros lanzaba tecnología a los árboles por frutos una vez prohibidos.



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