Patético jinete del rock and roll by Jesús Campos García

Patético jinete del rock and roll by Jesús Campos García

autor:Jesús Campos García [Campos García, Jesús]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Teatro, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 1998-01-01T00:00:00+00:00


(FEDERICO reacciona y corre a la cocina.)

FEDERICO.— ¡Vaya por Dios! Si no me avisas… (Añadiéndoles agua.) A punto de achicharrarse. Vamos, en un tris. (Y vuelve al salón.)

ANSELMO.— Siempre tuve muy buen olfato. Y lo sigo teniendo. Es lo que mejor conservo.

FEDERICO.— (Recoge el periódico del suelo y lo ordena sin abrirlo.) ¿Has visto si ponen algo interesante?

ANSELMO.— ¿Interesante?

FEDERICO.— Sí, alguna película.

ANSELMO.— Es de suponer que en alguno de los cinco mil canales habrá algo interesante. Ahora, a ver quién es el guapo que se pone a buscarlo.

FEDERICO.— (Mientras dobla el periódico.) Luego probamos varios, a ver si hay suerte.

ANSELMO.— El problema no es si hay algo interesante, que lo habrá; el problema es si nos interesa. Hace ya más de veinte años que llegué a la conclusión de que me da igual que se casen o que se maten. Los miro, pues por eso, porque como se mueven…

FEDERICO.— (Dejando el periódico en la mesita.) La verdad es que me está ocurriendo algo parecido.

ANSELMO.— Son historias ajenas, historias para perder el tiempo, y no está el tiempo como para perderlo. Antes, sí; recuerdo que me interesaban, pero últimamente vienen a mi memoria historias que ya había olvidado por completo, pero que son mías, que forman parte de mí. Y no digo que sean mejores —aunque algunas sí, ya lo creo—, pero a mí me divierten mucho más.

FEDERICO.— (Volviendo a la cocina.) En fin, ya veremos luego sobre la marcha. (Y se pone a trajinar.)

ANSELMO.— (Tras una larga pausa.) ¿Te he contado alguna vez cómo conocí a tu madre?

FEDERICO.— (Desde la puerta de la cocina.) Unas trescientas veces, aunque puede que sean quinientas. En cualquier caso, no me gustaría oírlo ni una vez más.

ANSELMO.— Eso sí que es una historia. (Pausa.) ¿Has visto alguna vez algo parecido en televisión?

FEDERICO.— Por supuesto que no.

ANSELMO.— Y es que donde esté la vida, que se quiten las películas. (Disponiéndose a contar.) Siéntate, siéntate y verás.

FEDERICO.— Es que ya casi están las espinacas.

ANSELMO.— Pero si es un momento.

FEDERICO.— (Sin convicción.) Papá, otra vez no. (Y entra en el salón.)

ANSELMO.— Estaba yo masturbándome en el retrete del hotel…

FEDERICO.— ¡Buen comienzo!

ANSELMO.— ¡A que sí! (Pausa.) Era un hotel de playa, de veraneo. Y estaba muy bien, sólo que entonces no se estilaban las habitaciones con baño, y nada más que había uno para toda la planta. (Instándole.) Pero siéntate.

FEDERICO.— (Sentándose resignado.) Conozco el hotel como si hubiera estado en él toda la vida. Así que no es preciso que me lo describas.

ANSELMO.— Solíamos ir todos los veranos. Y a partir de aquel año, su familia también. Que así fue como se consolidó la relación. El caso es que debí olvidarme de echar el pestillo. Y allí estaba yo, sentado en el retrete y con los pantalones en los tobillos, todo convulso y sudoroso, cuando se abrió la puerta de par en par… y apareció ella.

FEDERICO.— ¿No te parece… inadecuado?

ANSELMO.— Teníamos trece años. De los de entonces. Y esas cosas con trece años tienen otro significado.

FEDERICO.— Tendrán el significado que quieras, pero no son cosas para andarlas contando.



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