Pasión de una noche by Alex Ryder

Pasión de una noche by Alex Ryder

autor:Alex Ryder
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
publicado: 1998-09-02T22:00:00+00:00


Capítulo 7

El Pine Lodge era una de aquellas enormes casas victorianas construidas como refugio de verano por algún olvidado magnate de la industria de Midland. Aunque por dentro había sufrido una modernización importante, el exterior, con sus ventanas en forma de arco y sus amplias terrazas, permanecía intacto como testigo de tiempos más elegantes. Estaba situado entre el río y la carretera.

Catriona llevó el coche hasta el aparcamiento, apagó el motor y le dio las llaves a Ryan. Era un gesto simbólico que significaba que por el momento su trabajo había terminado, pero no sabía si él lo comprendería así o no. Antes de salir hizo una pausa y dijo:

—Escucha... no me he traído nada, y tengo todo el pelo enredado. Supongo que no tendrás un peine que puedas prestarme, ¿no?

—Deberías de haber dejado cerrada la ventanilla. Bueno, no vamos a dejar que entres en el restaurante con ese aspecto —dijo rebuscando en la chaqueta—. Aquí tienes. Prueba con esto.

Si había algo en el mundo que la molestara era precisamente el tener que usar la toalla o el peine de otra persona. Lo miró suspicaz pero, para su sorpresa, estaba impecable. Musitó las gracias y comenzó a desenredarse el largo cabello rojizo. Una vez que hubo terminado se lo devolvió.

—Si hubiera sabido que íbamos a venir a comer a un sitio como éste, me habría vestido de otra manera.

Sus ojos la escrutaron de arriba abajo provocativamente, como otras veces, haciéndola ruborizarse y sentirse violenta.

—Yo creo que estás encantadora —contestó él con sinceridad—. Eres el vivo retrato de la juventud y de la inocencia, como diría el reverendo McPhee.

Podía haber contestado a ese comentario, pero lo dejó pasar y siguió a Ryan hasta la entrada del hotel en silencio. Necesitaba un refresco con urgencia. Algo servido en un vaso alto, helado y con mucho hielo, algo que le quitara la sed y la sequedad de la boca.

Atravesaron el aparcamiento y entraron en el hotel. Ryan estuvo haciendo averiguaciones en recepción mientras ella miraba a su alrededor. En el vestíbulo había una boutique y la sempiterna tienda de regalos, junto otra dedicada exclusivamente a artículos de pesca. Sobre la enorme chimenea, apagada en esa época del año, había un salmón del tamaño de una cría de tiburón dentro de una caja de cristal. También había una placa en la que ponía que había sido capturado allí cerca en 1960. Era un buen reclamo para los huéspedes, un incentivo para estimularlos a quedarse unos pocos días más.

Catriona observó a Ryan charlando con la recepcionista, que parecía tener problemas por mantenerse fría y no dejaba de chuparse los labios con la punta de la lengua. Era una pobre tonta, pensó. Si supiera a quién estaba tratando de impresionar no pestañearía de ese modo, se dijo. Por fin Ryan se la acercó con una expresión de satisfacción.

—El hotel sólo está lleno a medias, así que no hay problemas de alojamiento. El restaurante está cerrado y no lo abrirán hasta esta noche, pero sirven comidas en el bar.



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