Orquídea de invierno by Adriana Hartwig

Orquídea de invierno by Adriana Hartwig

autor:Adriana Hartwig [Hartwig, Adriana]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2023-06-05T00:00:00+00:00


CAPÍTULO DIEZ

La señorita Sorel era dueña de un cuantioso patrimonio por herencia de los abuelos maternos. Con varias fincas en la ciudad de Corrientes, una estancia en Santa Ana, cientos de lanares exportables, además de hectáreas de campo en las afueras de Ituzaingó y una importante suma de dinero, la joven dama reunía una enorme fortuna.

Inteligente, fría y astuta, libre de todo control masculino y con impresionantes habilidades para la resolución de trámites legales tales como el cobro de la renta de las propiedades que tenía en arriendo, así como la firma de contratos de compra y venta relacionados con el ganado, la señorita se había ocupado del manejo del patrimonio desde muy corta edad, con ayuda paterna, primero; luego con la asistencia de un administrador, el señor Jeremías Navarro. Como había recibido de su padre la destreza financiera, con los años, la joven no había hecho más que acrecentar una más que considerable riqueza.

Anastasia inclinó la cabeza y observó las incomprensibles columnas de números que parecían multiplicársele bajo los ojos. Bueno, concluyó, lo más probable sería que en sus manos toda esa fortuna menguara hasta rayar la mendicidad. Ella era una mujer emprendedora. Se había esforzado para tener un negocio propio de comidas de viandas para empresas, a pesar de los muchos obstáculos y dificultades que había tenido que experimentar hasta por fin alcanzar la independencia económica. Con una inversión inicial que no resultó muy onerosa, pronto consiguió un relativo éxito al contar entre los clientes de la empresa de catering a un hospital y a una firma de transportes. Ella se ocupaba de preparar el menú, cocinar la gran variedad de comidas caseras saludables y, finalmente, salir a entregar los platos. De toda la cuestión legal, se encargaba una amiga contadora que le cobraba poco y nada por ayudarla con el pequeño emprendimiento. Realmente no se sentía capacitada para ocuparse del cuantioso patrimonio de la señorita Sorel.

Anastasia fingió examinar el libro contable que el señor Navarro había depositado sobre el escritorio poco después de las nueve de la mañana. Luego de informarle sobre los cambios realizados en dos de las fincas, relacionados con el mantenimiento, procedió a explicar las cuentas realizadas y las anotaciones referentes a las sumas extraídas para la compra de ganado. Anastasia se ocupó de mover la cabeza de arriba hacia abajo en varias oportunidades con seriedad y aspecto de entendida, en tanto el cerebro, agarrotado a causa del exceso de información financiera, amenazaba con apagársele y abandonarla.

Cuando el señor Navarro terminó de hablar, ella lo felicitó por el trabajo y lo despidió mientras farfullaba sobre la necesidad de examinar el libro a solas el resto de la mañana. Tras la partida del caballero, Anastasia se dejó caer en la silla detrás del escritorio con los ojos fijos en el libro de marras: las cifras eran astronómicas. Ni siquiera podía recordar cómo pronunciar esos números acompañados por un montón de ceros. Quería llorar.

De soslayo, vislumbró un ligero movimiento en el umbral. Al instante, Anastasia levantó la vista y halló a María Clara de pie junto a la puerta, irresoluta.



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