Ordenes ejecutivas i by Tom Clancy

Ordenes ejecutivas i by Tom Clancy

autor:Tom Clancy [Clancy, Tom]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Roman
publicado: 2011-01-20T21:23:12+00:00


Al aterrizar en Damasco el reactor comercial gemelo, se encontró con la orden de regresar a Teherán de inmediato. Los tripulantes no encajaron muy bien el cambio de planes, pero obedecieron. Apenas pudieron permanecer en tierra cuarenta minutos antes de volver a despegar para su corto vuelo a irán.

En Palm Bowl había mucho ajetreo. Algo importante ocurría. Se adivinaba con sólo reparar en lo que no ocurría. Las líneas de comunicaciones codificadas que utilizaban los generales iraquíes se habían saturado para luego enmudecer, volver a saturarse y enmudecer de nuevo.

En aquellos momentos, las líneas habían vuelto a enmudecer. En la Ciudadela del Rey Jalid, en Arabia Saudí, los ordenadores procesaban soluciones aplicables a los sistemas de intercepción informática, para descifrar las comunicaciones de las radios tácticas iraquíes. Eran operaciones lentas. La tecnología de la codificación, que antes era casi patrimonio exclusivo de los países ricos, se había convertido, con la masiva irrupción de los ordenadores personales, en algo asequible para los ciudadanos más humildes de los países tecnológicamente avanzados. Una inesperada consecuencia de este hecho era que países de modesta economía tenían acceso a los más sofisticados instrumentos de seguridad en las comunicaciones. Incluso Malaysia disponía de codificadores tan difíciles de descifrar como los de Rusia. Y otro tanto cabía decir de Irak, por cortesía de norteamericanos temerosos de que el FBI leyese el electrónico correo de sus «virtuales» adulterios.

Los sistemas de codificación utilizados en las radios tácticas tenían que ser necesariamente algo más sencillos y descifrables. Pero incluso para estos códigos se precisaba disponer de un ordenador Cray, enviado años antes a Arabia Saudí.

Otro factor a considerar era que Palm Bowl estaba en Kuwayt y había sido totalmente financiada por el gobierno kuwaití. En justa correspondencia, los kuwaitíes tenían acceso a los datos captados por la estación del Centro de Seguridad Nacional. Aunque ni el personal del Servicio de Inteligencia Militar ni el del CESEN estaban muy convencidos de que fuese una correspondencia «justa», tenían que cumplir las órdenes.

–¿De qué hablan? ¿De sus parientes? – se preguntó un sargento de las Fuerzas Aéreas norteamericanas en voz alta.

Era toda una novedad. La estación de Palm Bowl había captado anteriormente conversaciones privadas a través de aquella red, y habían aprendido bastante acerca de los hábitos personales de los generales iraquíes, aparte de algunos chistes verdes, acerca de lo negros que estaban antes de ponerse morados, que no siempre tenían gracia una vez traducidos. Pero lo que acababan de captar era toda una novedad.

–Evacuación -contestó el sargento mayor que estaba con él-. ¡La desbandada! ¡Aquí pasa algo, teniente!

La oficial de guardia de menor graduación estaba enfrascada en la lectura de unos informes. El radar del aeropuerto internacional de Kuwayt, instalado después de la guerra, era de una potencia fuera de lo común. Funcionaba de acuerdo a dos programas, uno para los controladores del tráfico aéreo y otro para las Fuerzas Aéreas kuwaitíes. Tenía mucho alcance y era muy preciso.

Por segunda vez en dos días, un reactor comercial se dirigía de Bagdad a Irán.



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