Oportunidad perdida by Burton Hare

Oportunidad perdida by Burton Hare

autor:Burton Hare
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ciencia ficción, Novela
publicado: 1983-08-31T22:00:00+00:00


CAPITULO XII

Al filo de la medianoche, Johnny Ray entró en Holben Creek en medio de una nube de polvo. El viento del desierto había amainado a esas horas, pero aún soplaba con suficiente intensidad para arremolinar el polvo y crear una neblina danzante en torno a las luces de los faroles.

Johnny detuvo el coche delante de la oficina del comisario Gresson. Había luz en las ventanas y apeándose empujó la puerta y se coló dentro.

Gresson levantó vivamente la cabeza y dio un respingo.

—¡Caramba, Ray! Estuve tratando de localizarle durante todo el día. ¿Dónde se había metido?

—Hice un corto viaje.

—En el hotel dijeron que no había dejado usted la habitación, de modo que pensé que regresaría. El doctor también quería hablar con usted.

—¿Practicó la autopsia al cadáver del muchacho?

—Seguro.

—¿Y qué?

—No sé. El matasanos no quiso aventurar nada hasta haber reflexionado a fondo sobre el problema, dijo. Pero estoy intrigado por su actitud. Nunca antes le había visto tan preocupado. Descompuesto diría yo.

—¿Cree que podríamos verle a estas horas?

—Me parece que no. Debe estar acostado. Pero inténtelo si quiere. Yo he tenido un día muy duro.

—Puedo esperar, al menos hasta haberme duchado. ¿No ha sucedido nada más durante mi ausencia?

—¿Cree que no es suficiente con lo que pasó?

—La chica, por ejemplo.

—Oh, Pearl... Se la llevaron al hospital general de Phoenix. No reaccionaba y el médico decidió que la trasladasen allí.

Con un gruñido de despedida, Johnny se dirigió a la puerta. Antes de salir aún dijo:

—Si yo estuviera en su lugar, comisario, me preocuparía de que las gentes estuvieran alertadas día y noche. Hubo otro crimen salvaje en Desert City, tan incomprensible y bestial como el de ese muchacho. Y aquel tampoco parece haber sido cometido por nadie racional...

Abandonó la oficina, saltó al coche y se fue al hotel.

El recepcionista tampoco pareció alegrarse de su regreso.

Sólo dijo:

—Dos hombres vinieron preguntando por usted, señor Ray. No eran del pueblo.

—¿Qué querían?

—No lo dijeron. Le buscaban a usted, nada más.

—Bueno, ya volverán. ¿Qué averiguó usted del hombre por el que le pregunté, examinó los registros?

—Sí, señor. Me tomé todo ese trabajo para nada. Nunca estuvo inscrito en el hotel.

—Ya veo. Hubiera sido demasiada suerte.

—Hube de pedir autorización al director para sacar los libros del archivo. El recordó que hace mucho tiempo, ya vinieron preguntando por ese mismo individuo. Eso no era ninguna novedad para el reportero. Tomó la llave que el recepcionista le ofrecía y subió a su habitación.

Abrió la puerta y dio la luz.

Un puño como una roca estalló contra un lado de su cabeza y Johnny se fue dando tumbos hasta caer sentado al suelo. El cráneo le zumbaba como una dinamo.

Luchó por aclarar la visión y contemplar a los dos hombres que le miraban a su vez,, erguidos, altos e inexpresivos.

Uno dijo:

—Usted es John Ray.

—¿Y porque me llamo así me ha atizado?

—Ha sido sólo una manera de demostrarle que no queremos perder tiempo. Haga las maletas, desgraciado, y lárguese esta misma noche.

—¿Porqué?

—Nada de preguntas. Sólo líe sus bártulos. Esta noche, Ray. Ahora.

Sacudió la cabeza sin apartar la mirada de los intrusos.



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