Ondas mortales by Rex Stout

Ondas mortales by Rex Stout

autor:Rex Stout [Stout, Rex]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 1948-01-01T05:00:00+00:00


14

HUBIERA DADO CUALQUIER COSA POR SABER SI WOLFE HABÍA VISTO O leído el editorial, antes de que se lo enseñara, el domingo por la tarde. Creo que sí. El siempre echa una mirada a los editoriales de los tres periódicos, entre los cuales está la Gazette, y si sus ojos se posaron en él, debe de haberlo leído. Se titulaba LA FALSA ALARMA, y exponía la idea que yo le había dado a Lon.

Desde luego, yo sabía que Wolfe no diría nada y hubiera debido darme cuenta por anticipado de que probablemente no haría ningún comentario. Pero no me di cuenta, así es que por la tarde me encontraba en un dilema. Si él no lo había leído, yo tenía que hacer que lo leyera y esto era arriesgado. Debía hacerlo bien, o se las olería. De modo que me lo pensé: ¿qué puede ser una cosa natural? ¿Parecería natural si me lo encontrara de repente?

Lo que hice fue sentarme en mi silla, sonreírle y preguntarle casualmente:

—¿Ha visto este editorial de la Gazette llamado LA FALSA ALARMA?

Refunfuñó: —¿De qué trata?

—Será mejor que lo lea. —Me levanté y puse el periódico en su escritorio—. Es divertido, me dio la sensación de que lo había escrito yo mismo. Es el único editorial que he leído en muchas semanas con el cual estoy completamente de acuerdo.

Lo recogió. Yo me senté mirándolo, pero él tenía el periódico de tal forma que me impedía verle el rostro. No es un lector rápido, y estuvo así el tiempo suficiente para leerlo dos veces, pero eso es exactamente lo que él hubiera hecho de saberlo de antemano, para hacerme creer que no.

Bajó el periódico. —Bah, algún escritorcillo que indudablemente tiene úlcera y ha de comer a dieta.

—Sí, eso supongo. El bribón, idiota. Si tan sólo supiera cómo hemos estado sudando, sin dormir…

—Archie, cállate.

—Sí, señor.

Yo deseaba parecer natural.

Eso fue todo por el momento, pero yo no estaba vencido. Nunca supuse que Wolfe fuera capaz de tirarse del cabello o pasear de un lado a otro. Un poco más tarde vino un amigo suyo, Marko Vukcic, para la merienda dominical, compuesta de cinco clases de queso, gelatina de guayaba, castañas asadas y tortas de almendra. Yo estaba ansioso por ver si le enseñaba el editorial a Marko, lo cual hubiera sido una mala señal. No lo hizo. Después que Marko se marchó para volver al Restaurant Rusterman, que es el mejor de Nueva York porque lo maneja él, Wolfe se acomodó otra vez con su libro, pero no había leído aún diez páginas cuando lo cerró y lo tiró al rincón más apartado de su escritorio. Luego se levantó, cruzó el cuarto hacia su gran globo terráqueo y permaneció allí estudiando geografía. Eso tampoco pareció satisfacerle más que el libro, pues se encaminó hacia el aparato de radio y lo conectó. Después de sintonizarlo en ocho estaciones distintas, murmuró algo para sí mismo, volvió a su butaca detrás del escritorio y se sentó.

Yo observé todo esto por el rabillo



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.