Ohio by Stephen Markley

autor:Stephen Markley [Markley, Stephen]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2018-01-01T00:00:00+00:00

Stacey no estaba segura de qué la había hundido más hacia el centro del dolor, el resentimiento y el amor que sentía por Lisa: el hecho de que, después de tantos años, hubiera bastado con un estúpido e-mail, ni siquiera con oír su voz, sino con al menos verla con vida en la pantalla o de que, durante la última década, Lisa hubiera olvidado el mote que le había puesto, el único que Stacey quería volver a oír.

—Llevamos puestas unas lentes, unas gafas —le dijo Hilde en algún momento de los tres días que pasaron juntas en Zagreb—. Vemos a nuestros amigos, a nuestros amantes, nuestro hogar, todo a través de ese filtro. Y, en muchos aspectos, la imposibilidad de quitarnos esas lentes es la característica que nos define como especie.

En 2011 Stacey se mudó a Ecuador para enseñar inglés mientras se inscribía en programas de posgrado de esa asignatura. Antes de volver a Estados Unidos para empezar sus cursos en Michigan, decidió que aprovecharía que estaba por la zona para visitar la jungla tropical más grande del mundo. Primero se trasladó en avión a Río de Janeiro y luego a Manaos, donde el río Negro y el río Solimões se separaban del Amazonas. El desfase horario y una reacción desagradable a las pastillas contra la malaria lo convirtieron en un viaje lleno de náuseas y casi angustioso. Se sentía resacosa todo el tiempo, en un estado permanente de agotamiento y embotamiento. En el trayecto conoció a una pareja joven, Nadja y Carlos, que pensaban abandonar temprano la excursión porque habían alquilado un coche para trasladarse a Manaos y le ofrecieron ir con ellos. Se quedó dormida en la parte trasera del todoterreno, mientras las copas de los árboles bloqueaban la mayor parte de la luz solar en la solitaria carretera que serpenteaba por los márgenes de la jungla. Cuando recuperó el conocimiento era como si hubiera aterrizado en un planeta desconocido. La jungla tropical había desaparecido. Avanzaban por la ladera de una montaña, en paralelo a un valle donde unos árboles resecos y enfermizos protestaban rodeados de pasto seco. Abajo, en el valle, en un camino de tierra ancho como la pista de un aeropuerto, había miles y miles de piezas de ganado. El sol había caído justo sobre el horizonte y una luz marrón amarillenta se filtraba a través de la inmensa constelación de polvo lanzado por los cascos de los animales. Los acorralaban dos helicópteros, que estaban sobrevolándolos, con las aspas golpeando el viento en una percusión lenta y reiterada. Las bestias avanzaban como un río de carne y cuero, moviéndose sobre la tierra en una formación dispersa, gimiendo de miedo, aburrimiento o furia. Carlos estaba dormido y, como si fuera estúpida, Stacey le preguntó a Nadja qué era lo que estaban mirando.

Nadja le contestó primero en portugués y luego se lo tradujo.

—Un rancho de ganado.

Pero si aquello era un rancho, el desastre de Noé había sido solo una inundación. Aquella fila de ganado se extendía más

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