Recursos inhumanos by Pierre Lemaitre

Recursos inhumanos by Pierre Lemaitre

autor:Pierre Lemaitre [Lemaitre, Pierre]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2015-03-10T04:00:00+00:00


31.

Sin duda me había precipitado con la intervención, pero era demasiado tarde para arrepentirse. Le había abierto una puerta a Delambre y se introdujo de lleno en ella.

—¡Y bien, machote! —me dijo—. ¿Dónde está ahora tu bonita organización? ¿Eh, payaso, dónde está?

No puedo describirles la reacción de los demás porque seguía con los ojos cerrados.

—¡Y eso que estaba todo a punto, qué lástima! Tu equipo, tus cámaras, tus pantallas, tus metralletas de pacotilla.

Clavó su arma en mi frente, como si quisiera atornillar el cañón a mi cabeza.

—Pero esta es de verdad, amigo mío. Con balas de verdad que hacen agujeros de verdad. Ya no estamos jugando a indios y vaqueros. Anda, hablando de indios, ¿dónde está el Gran Manitú?

Delambre se incorporó y fingió escrutar a su alrededor con una mano en la cintura.

—Sí, es verdad, ¿dónde está el Rey Negro? ¡Aaaah, aquí está!

Se arrodilló delante de Dorfmann como lo había hecho conmigo. Colocó el cañón de su Beretta exactamente en el mismo sitio, en medio de la frente. Era su forma de expresar con claridad que le movía el odio. Tenía ganas de humillar, de rebajar. Aquello respondía a mi pregunta y quedaría demostrado por los acontecimientos: en el fondo, Delambre no pedía nada. No estaba allí por dinero, no iba a exigir un rescate.

No, estaba allí por venganza.

Su resentimiento y su amargura le habían llevado a hacer lo que estaba haciendo, una represalia simbólica.

No obstante, ese viejo directivo en paro, que tenía en jaque a un gran empresario europeo, parecía ahora disfrutar con un placer tan malsano que una carnicería se convertía en una hipótesis perfectamente plausible.

—Pues bien… —prosiguió—. En extremo discreto, el Generalísimo. Un manojo de nervios, es normal, ¿eh? ¡Y es que carga con una cantidad de responsabilidades! Es duro, ¿verdad? Claro que sí, es muy duro…

Delambre hablaba con un tono falsamente compasivo, teatral.

—Claro, planificar despidos es muy duro. ¡Y eso no es todo! ¡No es lo más duro! Se hace a menudo, uno ya está bastante rodado, ¿eh? No, no, lo más duro es ponerlos en marcha. ¡Eso es realmente complicado! Se necesita cierto saber hacer, hay que tener voluntad. Hay que negociar con esos idiotas. Y para ello hace falta personal, y del bueno. Hacen falta soldados, la verdadera infantería del capitalismo. No podemos elegir a cualquiera, ¿verdad, César? Y para elegir al mejor, nada más eficaz que una toma de rehenes. Pues bien, tienes suerte, Líder Máximo: ¡estamos en ello!

Se inclinó un poco más al tiempo que giraba ligeramente la cabeza, como si quisiese besarle en la boca, y pude vislumbrar el rostro de Dorfmann. Mantenía la dignidad. Respiró profundamente e intentó decir algo, pero no había nada que hacer. Delambre estaba en órbita.

—A propósito, dígame, su Alteza de las Nieves… En Sarqueville, ¿a cuánta gente va a echar exactamente?

—¿Qué… qué quiere usted? —consiguió articular Dorfmann.

—Quiero saber a cuántos va a despedir allí. Yo, aquí, puedo matarlos a todos, doce en total. Pero soy un minorista. Usted trabaja a escala industrial. En Sarqueville, ¿con



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