No perturbes a mi hermana by Corín Tellado

autor:Corín Tellado [Tellado, Corín]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 1981-12-31T16:00:00+00:00

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La llevó a un cine del centro.

No porno, desde luego, ni siquiera morboso.

Pero sí muy, pero que muy sentimental.

Una pareja que se enamoraba.

Que se besaba, que se quería de verdad y tenía su problema íntimo, psicológico.

Enrevesado socialmente.

¿Cómo ella?

No igual, pero quizá si se empeñaba uno en buscarle similitud, fuera parecido.

Se sentaron juntos.

Y la trama empezó.

Besos, caricias.

Desasosiego, dudas.

Sentimentalismo a rajatabla.

Ernesto, que al fin y al cabo era un emocional empedernido, no supo en qué momento deslizó sus dedos y asió los de Tari.

No escapó de su contacto.

En cambio sus dedos, dentro de los suyos se crisparon.

Estuvieron palpitantes los dos, con las manos unidas, esperando el desenlace.

No parecía bueno.

Era un tipo perverso.

Ella buena.

Gentil, ingenua.

Pero la pureza de ella superaba la perversidad de él.

El final feliz como casi todo el comercial.

Sin valores literarios ni técnicos, pero la historia amable, con sus más y sus menos.

Al leer el fin, ambos se encontraron con las manos enlazadas.

Tari no retiró sus dedos con aspavientos.

Ernesto sí lo hizo con nostalgia.

Y al verse en la calle se miraron consternados.

Era noche ya.

Las sombras ponían en los ojos de los dos celajes dudosos.

—¿Te gustó? —preguntó él.

Tari sonrió apenas.

—Nunca vi nada parecido.

—Me lo imagino, pero yo te pregunto si te agradó.

—Es irreal.

—¿Tan irreal?

—¿No lo es?

—Verás. Bueno, pero sube al auto, conduciendo hasta tu casa, podemos hablar de ello.

Subía ya Tari.

No encogida.

Con su naturalidad tan humana, pese a su vocación de monja.

—No hay nada irreal que la imaginación abarque.

—No, no —decía Tari ya sentada y con las dos manos apretadas en el regazo—. La imaginación es extensísima. Yo veo la realidad de otra manera.

—¿Nunca pensaste que a veces la irrealidad es bonita, incluso preciosa?

—¿Lo dices por el drama de hoy?

—Por todo.

El auto arrancaba.

Iba despacio por las calles anchas del centro.

Se perdía en la periferia.

—Yo prefiero realidades, Ernesto.

—Pero no dejarás de pensar que las irrealidades si bien parecen serlo, no siempre lo son y resultan amables y agradables.

—Pero no humanas.

—¿Qué esperas vivir tú?

—¿Yo esperar? No espero nada. Pienso que tengo trazada mi vida.

—Eso tampoco. La has trazado tú. ¿No crees en el destino que la puede torcer?

Sí, sí.

Creía.

Pero no con ella.

Con cualquier otra más débil.

Ella era fuerte.

Una sesión amorosa de celuloide no podía torcer nada.

Sí, es verdad, a veces viendo aquello se había emocionado.

Pero todo pasajero.

Intrascendente.

Sin embargo, creía sentir en sus dedos el calor de los dedos de Ernesto.

Eran cálidos, respetuosos, amables.

¿Qué le ocurría a ella?

De súbito las paredes del convento le parecían demasiado espesas.

—Tari…, ¿te apetece entrar en una cafetería?

—¿Para qué?

—Para que veas el mundo más de cerca.

—Si lo conozco…

—En teoría. Pero la realidad es distinta.

—¿Tanto?

—Mucho más de lo que imaginas.

—Prefiero que me lleves a casa.

—¿No quieres volver conmigo a un cine?

Lo pensó.

Casi lo sopesó.

Y de repente se encontró diciendo lo que no quería decir:

—Sí, cuando gustes.

—Mañana…

—Bueno.

Él la miró cegador.

Pero no veía más que el perfil puro.

Clásico de ella.

Sus pestañas largas. Sus ojos mirando al frente pensativos.

¿Cómo podía él, así pensaba, siendo como era, consentir que aquella joven sentimental y emocional se cerrase de por vida?

—Vendré a buscarte a la misma hora, ¿hace?

—Sí.

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