No olvidéis llevarme flores (2 ed) by Lou Carrigan

No olvidéis llevarme flores (2 ed) by Lou Carrigan

autor:Lou Carrigan
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Terror
publicado: 1981-01-01T00:00:00+00:00


Capítulo VI

EL ramo de flores ya no estaba allí. Lo buscaron con luz de la linterna, pero no pudieron encontrarlo.

—Se lo ha llevado —susurró Connie—. Ha debido llevárselo con él al fondo del pantano.

—Cállate. Y ayúdame a atar la cuerda a este árbol. Yo voy a meterme en el pantano, pero con la cuerda no correré riesgo; si algo ocurre, sólo tendré que tirar de ella. Y si ves que no puedo yo solo, tendrás que ayudarme.

—Sí… Sí, Henry.

Entre los dos ataron un extremo de la cuerda al tronco del árbol elegido, muy cerca de la orilla pantanosa, iluminándose con la linterna, sin preocuparse por la posible presencia de alguien en los alrededores, cosa que entraba dentro del mayor disparate… Hacían falta muy buenos motivos para estar allí a aquellas horas de la noche.

El silencio era total y había una espesa bruma baja procedente del río y de los propios pantanos que convertía el lugar en el más lúgubre y siniestro del mundo. Si dirigían la luz de la interna a su alrededor, sólo veían la bruma, blanquecina, como opalescente, de un modo extraño, increíble, sobrecogedor.

—Ya está —susurró Henry—. Toma, sostén la linterna.

Connie obedeció. Estaba temblando de pies a cabeza, quería marcharse de allí, y sobre todo, quería no haber cedido a los ruegos, amenazas y razonamientos de Henry… Pero, en el fondo, daba la razón a su marido. No podían continuar así. Si veían a Leonard en el fondo del pantano, comprenderían que el asunto no tenía nada que ver con fantasmas y cuando menos, eso les aliviaría del terror que estaban viviendo aquel día.

Henry terminó de atarse fuertemente la cuerda bajo los sobacos, asegurándose de que los nudos iban a resistir todo el peso de su cuerpo y mucho más si fuese necesario.

—Ilumina la orilla —susurró.

Connie dirigió allá el rayo de luz y tragó saliva cuando Henry comenzó a entrar en el pantano, deslizándose como aquella tarde sobre el lodo… De pronto desapareció, y Connie lanzó un chillido agudo, largo, tremolante… que se cortó cuando la cabeza de Henry desapareció en la oscura superficie.

—Estoy bien —jadeó Henry—. ¡Estoy bien, cálmate! El lodo es muy claro aquí, se puede nadar bastante bien… Procura mantener tensa la cuerda.

Procuraba mostrarse sereno, pero en su voz, un tanto, aguda, casi chillona, vibraba el miedo, el espanto. Un espanto que había que dominar, so pena de estar siempre bajo la amenaza de un fantasma… lo cual era más espantoso todavía.

Así que, dominándose, Henry efectuó la primera zambullida hacia el cercano fondo del pantano. Estaba seguro de que el cuerpo de Leonard no estaría allí. Y no porque se lo hubiese llevado la corriente, que no existía en modo alguno, sino porque, de un modo u otro, el primo de su esposa había conseguido salvarse. ¿Cómo? Eso no tenía la menor importancia. Quizá, efectuando algún truco de magia. ¿Por qué no? Hacía años, el gran Houdini había asombrado al mundo entero escapando de lugares absolutamente pasmosos. Quizá Leonard sabía de magia mucho más de lo que siempre había querido demostrar, y era capaz de escapar de cualquier encierro.



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