No mires tú, que ya miro yo by Sandra Bree

No mires tú, que ya miro yo by Sandra Bree

autor:Sandra Bree [Bree, Sandra]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Humor, Erótico
editor: ePubLibre
publicado: 2023-09-28T00:00:00+00:00


Capítulo 13

Hugo se miró en el espejo y lo primero que hizo fue quitarse la peluca. La idea de que llevara una melena larga sobre los hombros y la espalda era de Samuel. Pero él pasaba de ir haciendo el ridículo.

Sobre los ajustados vaqueros negros no ponía ninguna objeción, a pesar de hacerle las piernas más delgadas, ni sobre la camiseta ancha sin mangas de color negro, donde resaltaba el nombre de un grupo musical heavy, Metallica. Pero la peluca… Casi prefería hacerse una cresta. Por otra parte, con cresta y con las botas de combate era fácil que casi llegase a los dos metros de altura.

Optó mejor por revolverse el pelo y que fuese cada mechón por donde le diera la gana. Al menos al mirarse en el espejo se sentía un poco más él.

La idea de la fiesta ochentera era de Libertad. Era una buena elección, ya que podía haber hecho que todos se vistieran con ropas de los príncipes y las princesas de cuento, temática que a ella le chiflaba desde cría.

Dejó de observarse en el espejo, porque si continuaba mirándose, al final se iba a arrepentir de salir así de casa.

Les había dicho a Paula y a Sara que pasaba a buscarlas. Pero ellas habían rechazado su oferta, ya que Samuel iba a ir a por ellas un poco antes, para que ayudasen a su mujer con los preparativos.

Cuando Hugo llegó, fue Quique, el primo de Samuel, quien le abrió la puerta. Vestía una camisa bastante psicodélica en tonos marrones y amarillos, y pantalones anchos tobilleros con unos calcetines de rombos negros y dorados. Se peinaba con la raya en el medio.

—Parece que te han dado un hachazo.

—Tú, en cambio, estás bien, cabrón. —Se apartó para que entrara.

Desde el vestíbulo se escuchaba música y bastantes voces.

—¿Quién hay? Creí que estaríamos solo el grupo.

—Algunos más, Libertad ha invitado a varias personas del gimnasio y se han apuntado unos cuántos vecinos. Dice que es para que la fiesta esté más animada.

Si Quique no hubiera vestido más extravagante que él, Hugo se habría dado la media vuelta y habría salido por patas.

Libertad fue a saludarle con unos horrorosos leggins rosas y calentadores hasta las rodillas en verde botella. Se había hecho un moño alto y rodeaba su cabeza, desde la frente hacia atrás, con una cinta elástica multicolor.

Al final iba a ser él el menos ridículo, pensó.

—Líber, como hay más gente, ¿va a hacer falta que siga con el paripé de ser el novio de Paula?

—¡No! —Ella rio—. Esta noche podéis relajaros los dos.

La verdad es que a él no le habría importado, de ese modo hubiera tenido excusa de pasar más tiempo charlando con alguien, pues no era muy hablador si no le sacaban conversación.

Libertad y Samuel vivían en un ático bastante chulo, con unas vistas espectaculares a las praderas y los bosquecillos de las afueras de la ciudad. Las puertas de la terraza se hallaban abiertas y la gente deambulaba por todos los lados.

En cuanto penetró en el salón, descubrió a Paula.



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