Negro by Ted Dekker

Negro by Ted Dekker

autor:Ted Dekker
La lengua: spa
Format: mobi, epub
Tags: Fantasia, Suspenso, Thriller
editor: eBook's Xibalba
publicado: 2009-05-05T07:00:00+00:00


Capítulo 21

MONIQUE PARPADEÓ. Sentía que le iba a estallar la cabeza. Se hallaba acostada de lado. Su visión era borrosa. Tenía la mejilla contra la alfombra. Podía ver debajo de la cama a tres metros de distancia. ¿Se había quedado dormida? Entonces recordó. El pulso se le aceleró. ¡Alguien había irrumpido mientras Thomas dormía! Entró como un torbellino y la golpeó en la cabeza antes de que ella pudiera hacer nada. Algo más había sucedido, pero no lograba recordar qué. Le dolía la garganta. Sentía la cabeza como un globo.

Pero estaba viva, y aún estaba en la habitación.

¡Debía despertar a Tom!

Monique estaba a punto de levantar la cabeza cuando vio los zapatos debajo del extremo de la cama. Se hallaban conectados a pantalones. Alguien estaba parado al final de la cama.

Contuvo el aliento y se paralizó. ¡Él aún estaba aquí! La respiración de Tom sonaba irregular. ¿Estaba herido? O durmiendo.

Monique cerró los ojos e intentó pensar. Las tiras de sábana de la cama aún le ataban los brazos y los pies. Pero su boca. Él le había quitado la mordaza. ¿Por qué? ¿Era este su rescatador? ¿Había venido la policía para sacarla de ahí? De ser así, ¿por qué entonces el hombre la había dejado inconsciente?

No, no podría ser alguien que pensara en la seguridad de Monique. Que a supiera, en este mismo instante él atravesaba el cuarto, cuchillo en mar>o, pretendiendo terminar el trabajo. Abrió los ojos de par en par. Los zapatos de él no se habían movido. Ella levantó la mirada lo más que pudo, desesperada por ver a su atacante.

Camisa negra. Tenía una larga cicatriz en la mejilla. Su brazo estaba extendido. Portaba una pistola en la mano. La pistola apuntaba a Thom Monique se llenó de pánico.

—¡Thomas! —gritó con toda la fuerza que tenía, irguiéndose.

El hombre giró hacia ella, apuntando con la pistola, los ojos bien abiertos. Thomas se irguió rápidamente en la cama, como un títere movido por cuerdas. El hombre cayó sobre una rodilla y apuntó otra vez la pistola hacia Thomas.

—¡Quieto!

Pero era demasiado tarde. Thomas ya se estaba moviendo.

Se lanzó hacia su izquierda. La pistola vomitó. Una almohada arrojó plumas. Monique vio al estadounidense caer de la cama y dar contra el piso en el otro lado. Se movió con velocidad vertiginosa, como si hubiera rebotado en la alfombra.

Al instante se hallaba en el aire, volando hacia el intruso vestido de negro.

¡Plas! La pistola volvió a vomitar, abriendo un hoyo en la cabecera de la cama. Tom entró con una patada tijereta, como un jugador de fútbol preparándose para hacer un gol. Su pie se conectó con la mano del hombre.

¡Crac!

La pistola atravesó volando la habitación y chocó en la pared por encima de la cabeza de Monique. Cayó al suelo a su lado.

Ella estaba impotente para agarrarla. Pero hizo oscilar la pierna para cubrirla.

Thomas había rodado sobre la cama después de su patada y ahora estaba de pie cerca de la almohada rota, enfrentando al atacante en la conocida posición de listo para atacar.



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