Navio estelar by Baxter Lloyd

Navio estelar by Baxter Lloyd

autor:Baxter, Lloyd [Baxter, Lloyd]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ciencia Ficción
editor: Vertice
publicado: 2013-04-11T04:00:00+00:00


10

EL viento ululaba por entre las rocas, portando en sus moléculas un frío de muerte. La noche era negra y espesa, sin ninguna luz que recortase la masa irregular de peñascos dislocados, de farallones afilados, de agujas roquizas inverosímilmente puntiagudas.

Cualquiera hubiese asegurado que en la vasta y despoblada superficie de aquella irregular zona de Hektor V no podía haber rastro de vida, a excepción quizá de la que albergase el negro casco del navío posado de manera absurda en el mismísimo borde del Gran Acantilado, precisamente en la única zona relativamente plana de aquel mundo inhóspito y accidentado. Sin embargo, algo se movía por entre los riscos con una seguridad increíble, dada la oscuridad reinante.

Eran tres figuras confusas, trepando veloces por las peñas escarpadas, posando sus pies de manera firme y segura, aun cuando el filo rocoso fuese tan cortante como el de una navaja de afeitar. De trecho en trecho, el ser que abría la marcha se detenía y lanzaba un gruñido inarticulado, respondido de inmediato por los de sus compañeros, aunque éstos sonaban en un tono más agudo.

Llevaban horas y horas de rápido progreso, sin hacer una pausa para reponer fuerzas, para descansar. Era increíble su capacidad de resistencia.

Ni el viento ni el frío parecían afectarles. Y si se les hubiese podido observar a la luz, se habría comprendido fácilmente el porqué. Pero no había luz, ni observadores. Por eso las tres figuras seguían su avance impertérritas, sin causar asombro, admiración ni temor a nadie.

Por fin, cuando la larga noche de Hektor V llegaba a su fin y quizá faltaban menos de dos horas para que la negrura se convirtiera en una bruma grisácea, las tres esforzadas figuras llegaron a las proximidades del navío.

El ser en la vanguardia se detuvo a un centenar de metros del casco de acero. Su órgano visual parecía poder perforar la oscuridad, porque señaló con uno de sus desproporcionados miembros delanteros y murmuró algo gutural. Los dos seres que le seguían, más pequeños en tamaño, se le reunieron y por el tono de sus gruñidos hubiese sido fácil adivinar que estaban contentos.

Menos de dos minutos después, los tres habitantes de aquel mundo caótico se hallaban palpando el frío acero de la nave, emitiendo sonidos inarmónicos, posiblemente de satisfacción. Luego, cuando hubo pasado largo rato y hubieron recorrido varias veces la longitud del navío, dándole la vuelta por lo menos en tres ocasiones, se acurrucaron en un apretado grupo en la parte de popa, junto a las toberas aún calientes del sistema propulsor cohete, y permanecieron callados, inmóviles, como tres perrillos durmiendo a los pies de su dueño.



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