Nadie hace el amor los martes by Tracy Bloom

Nadie hace el amor los martes by Tracy Bloom

autor:Tracy Bloom [Bloom, Tracy]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: 13insurgentes
publicado: 2014-04-03T00:00:00+00:00


Capítulo 14

Después de colgar, Katy se quedó un buen rato mirando abatida el teléfono. Era la conversación más larga que tenía con Ben desde la cena del sábado. Ya era algo. Sin embargo, el hecho de que hubiera llamado para decir que no podía ir a la clase de preparación al parto porque jugaba un partido de fútbol no resultaba muy alentador. Katy quería al Ben de antes, no a este individuo callado y huraño que contestaba con monosílabos. En realidad, apenas se habían visto desde la noche del sábado. El domingo, Ben se fue de casa temprano y no volvió hasta la noche, cuando ella ya se había metido en la cama. Cuando Katy se levantó por la mañana se lo encontró dormido en el sofá, totalmente vestido. Había dejado sobre la alfombra una pizza a medio comer sobresaliendo de la caja, así como varias botellas vacías de cerveza esparcidas por ahí. El salón olía tan mal como su aliento. Katy lo despertó con toda la suavidad posible, sin atreverse a mencionar el desorden, y preparó el desayuno. Luego se sentaron a desayunar en la barra y mordisquearon sus tostadas en silencio. Katy, que ya no podía soportar ver a Ben tan silencioso, reunió el valor necesario para tocar el tema de Matthew. Cuando le pidió de nuevo perdón por haberle mentido sobre su antiguo novio del cole, Ben se limitó a gruñir sin mirarla: «Vale, déjalo estar. No te preocupes». Acto seguido, se levantó y se fue al trabajo, dejando que ella recogiera la casa.

«Supongo que es lo que pasa cuando vives con un adolescente enfurruñado», se dijo Katy un poco molesta mientras limpiaba de la alfombra una mancha seca de kétchup. Le habría gustado que Ben tuviera la madurez de hablar con ella, pero por lo visto no era así. Aquella noche Ben tampoco regresó antes de que ella se fuera a la cama. Cuando se levantó al día siguiente, Katy se preparó para encontrar en el salón los restos de otra noche de bebida y comida preparada, pero esta vez Ben ya no estaba. Antes de irse había dejado debajo del fregadero unos pringosos envases de comida china metidos en el cubo de basura y una botella vacía de tinto lista para reciclar. Katy decidió que era un paso adelante, una demostración de que ya no estaba tan enfadado con ella. Pero se quedó desanimada cuando vio que ni siquiera podía acompañarla a su última clase de preparación al parto.

Al final estaba tan desesperada que cogió otra vez el teléfono y llamó a Daniel.

—Espérame fuera dentro de diez minutos, con los ojos tapados —le dijo, antes de que Daniel pudiera decir nada—. Tengo una sorpresa para ti.

Luego colgó y se quedó mirando el teléfono con tristeza. Mientras recogía sus cosas se preguntó si no estaría cometiendo un tremendo error.

Daniel daba botes de alegría en el asiento.

—¡Qué bien! No te imaginas lo emocionado que estoy. ¡Me encantan, me encantan las sorpresas! Me dirás cuándo puedo quitarme la venda de los ojos, ¿verdad?

—No te preocupes.



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