Nadie como tú by Susan Elizabeth Phillips

Nadie como tú by Susan Elizabeth Phillips

autor:Susan Elizabeth Phillips
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántico
publicado: 1997-08-09T22:00:00+00:00


12

El lunes, Annie llamó a Jane poco antes de las ocho y le dijo que no trabajarían en el huerto durante algunos días y que no quería que la molestaran hasta que los avisara. Le dijo que no se preocuparan, que seguramente unos recién casados podrían tener algo mejor que hacer que molestar a una anciana a punto de morir.

Jane sonrió al teléfono y se volvió hacia las gachas que estaba cocinando. Cuando fuera una anciana, esperaba estar tan lúcida como Annie

—¿Quién era?

Dio un salto del susto y dejó caer la cuchara cuando Cal, con pinta de acabarse de despertar y guapísimo, entró en la cocina. Llevaba unos vaqueros y una camisa desabotonada de franela. Estaba despeinado y descalzo.

—¡No te acerques de puntillas de esa manera! —Se dijo a sí misma que los rápidos latidos de su corazón se debían al susto y no a la imagen de él tan despeinado y escandalosamente guapo.

—No iba de puntillas. Simplemente soy sigiloso.

—Lo que sea.

—Eres un coñazo.

—¿Coñazo?

—Los deportistas tontos llamamos coñazo a los que tienen un doctorado en algo.

Ella agarró rápidamente una cuchara limpia y la metió en las gachas.

—Los coñazos llamamos tontos a los deportistas, pero algunas veces son tan listos que los coñazos son ellos.

Él se rió entre dientes. ¿Qué hacía él aquí? Normalmente se había ido cuando ella bajaba a desayunar. Ni siquiera la semana anterior cuando la había llevado a casa de Annie, habían desayunado juntos. Había estado encerrado en su estudio.

—¿Con quien hablabas por teléfono? —repitió.

—Con Annie. No quiere que la molestemos hoy.

—Ah, vale.

Él se dirigió a la despensa y salió con una de la media docena de cajas de cereales con caramelos que guardaba allí, junto con las patatas fritas, las galletas y las bolsas de caramelos. Observó con los ojos entrecerrados como vertía una montaña de cereales multicolores en un tazón y luego caminaba a la nevera de donde sacó la leche.

—Para ser hijo de un médico, tienes una dieta infernal.

—Cuando estoy de vacaciones, como lo que me gusta. —Agarró una cuchara, pasó una pierna sobre el taburete del mostrador y sentándose con las rodillas flexionadas, enganchó los pies desnudos en el reposapiés del taburete.

Ella se forzó en apartar la vista de esos pies largos y estrechos sólo para estremecerse ante lo que él estaba comiendo.

—He hecho suficientes gachas. ¿Por qué no tomas unas pocas en vez de esas cosas?

—Para tu información, no son cosas. Son el colofón de años de investigación científica.

—Hay un duende en la caja.

—Un tío simpático. —Él le hizo señas con su cuchara manchada de leche—. ¿Sabes qué es lo mejor? Los caramelos.

—¿Los caramelos?

—El que tuvo la idea de añadir los caramelos fue un tío muy listo. Hasta lo he incluido en mi contrato con los Stars; en los desplazamientos tiene que haber en el desayuno una caja de cereales Lucky Charms sólo para mí.

—Es fascinante. Y estoy hablando con un hombre que se graduó summa cum laudem, aunque podría jurar que estoy en presencia de un idiota.

—Una de las preguntas que me hago es ésta.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.