Mujeres fuertes by Jonathan Pender

Mujeres fuertes by Jonathan Pender

autor:Jonathan Pender [Pender, Jonathan]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9789878924212
editor: Metrópolis Libros
publicado: 2022-03-18T00:00:00+00:00


Dos semanas después de haber salido de la internación que me provocó su última golpiza, cuando prometió cambiar y demostrarlo con acciones, todo volvió a ser como antes. Llegadas tarde, el alcohol, el destrato. Me cansé, esa vez no volvería a pasar lo mismo. Martina faltó a la escuela para poder irnos con tiempo y sin temor a que apareciera. Moría de miedo, pero la decisión estaba tomada. Vivir bajo el mismo techo era firmar un contrato de muerte. Irme, también.

Fuimos a lo de mis papás, no tardó en encontrarnos. Tocó timbre. Atendió mamá. Nos escondimos en la habitación, la misma en la que dormí durante toda mi niñez hasta que me fui a vivir con él después de casarnos. La puerta no tenía llave, la había perdido a los diez años, tuvieron que romper la cerradura para abrirla. Seguía intacta, nadie se había ocupado de arreglarla.

—¿Cómo le va?

—Javier —dijo mamá.

—¿Puede decirle a Betty que quiero verla?

—Ella me pidió que te diga que no quiere verte, no sé qué le pasa, siempre tuvo ese carácter.

—No pasa nada, solo dígale que no quiero que ella haga nada, solo quiero que sepa que las amo y que nada en mi vida tiene sentido sin ellas.

—Lo sé, Javier, nadie puede decir nada sobre vos, tu conducta es intachable.

—Muchas gracias, pero lo importante ahora son ellas.

—Ya lo sé, pero es injusto que te haga pasar por todo esto.

—Sí, sabe lo que pasa, Carmen, esta es una discusión de pareja, nada del otro mundo, pero si no hablamos, no vamos a poder solucionarlo. No la estoy responsabilizando a ella, esto es de a dos. Somos dos en esta relación.

—…

—Me equivoqué, le prometí algo y no pude cumplirlo, pero estoy seguro de que si me permite hablar con ella, va a entenderme.

—Ya lo sé.

—¿Cómo hago para pedirle disculpas y decirle que la amo si no quiere verme?

—Sabés lo que pasa, Javi, ella siempre fue así de caprichosa y si dijo que no quiere verte, quizás lo mejor sea dejar que se le pase el berrinche.

—Es injusto.

—Lo sé, creeme que nadie más que yo sabe que acá sos una víctima y Martina es una rehén de esta situación.

—Ay, Carmen, estoy desesperado —dijo llorando.

—Chiquito.

—Le pido, al menos, que le hable de nuestra hija. Hago lo que pida, por ellas todo.

—…

—Puedo ir a terapia, como una vez propuso. Podemos ir juntos. Quizás sea verdad lo que dicen y nos ayude.

—Parejas modernas, en mis tiempos estas cosas se solucionaban puertas adentro.

—Que venga y deje que le pida disculpas en la cara. Se lo merece, después si quiere la dejo en paz.

Mamá le creyó, no me sorprendía, él era un seductor nato, y para ella todo lo que yo podía llegar a decir o hacer era producto de la mala crianza que me había dado mi padre.

—Parece chiste, mamá, parece que no creyeras en lo que digo.

—…

—Te dije todo lo que pasó, que me pegó, que me pegó tanto que casi muero y tuvieron que internarme.

—…

—Que me dijeron una y mil veces que hiciera la denuncia y sin embargo no la hice por ella.



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