La Casona by Inmaculada Porras

La Casona by Inmaculada Porras

autor:Inmaculada Porras [Porras, Inmaculada]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2021-01-27T16:00:00+00:00


* * *

Camino a Punta del Este, la atmósfera entre ambos era tensa. Haciendo un esfuerzo, le preguntó por su trabajo para conocer de cuántos cuadros estaban hablando. Rodol intentó ser amable con ella y habló lo justo. Su trabajo le entusiasmaba, ella reconocía que era bueno y decidió centrarse solo en el nuevo proyecto. No hablaron de otra cosa en todo el camino. Él estaba centrado en la carretera.

Llegaron al Balneario de Punta del Este. El sitio era en verdad precioso, con bastante ambiente. Se preparaba la bienal y habían concurrido gran cantidad de artistas, marchantes y galeristas, y por supuesto turistas que invariablemente visitaban la ciudad de Punta del Este, situada en el departamento de Maldonado. Hacía mucho tiempo que no lo visitaba y le trajo muchos recuerdos. Su director, lógicamente, desconocía que Rodol y ella en otra época, cuando aquello apenas comenzaba a promocionarse, lo visitaban con frecuencia. Ahora había muchísimo construido: grandes hoteles, centros comerciales, actividades deportivas, sitios de ocio, playas maravillosas, restaurantes, y todo con gran lujo. Aquello se había convertido en un lugar de moda, lleno de glamour y belleza. No solo lo visitaban uruguayos, sino también brasileños, argentinos y europeos, y muchos de ellos pasaban allí sus vacaciones.

Matilde se animó; aparcaron y decidieron dar una vuelta. Todo estaba cambiado.

Por un momento lo olvidó todo y comenzó a pasarlo bien; él reía y hablaba entusiasmado, ella comenzó a sentirse relajada.

Llegaron a Expo Punta Arte Internacional: era allí donde se celebraría la convocatoria para artistas y galerías. El espacio era perfecto, de unos 400 metros cuadrados y con diferentes alturas. Asistirían artistas internacionales, se presentaba como feria de arte contemporáneo. En otro pabellón también se impartirían talleres, charlas y mesas de trabajo, además de ofrecer proyecciones de vídeos, performance y presentaciones musicales.

Después de las presentaciones con los diferentes directores y gestores del evento y de concretar exitosamente la propuesta, decidieron celebrarlo y tomar algo.

Eligieron un restaurante cerca del puerto. El ambiente era bullicioso y el apetito enorme. Tomaron un entrante de sushi acompañado con Chandon Brut y luego cazuela de marisco fresco con un reserva Carrau. Rodol era amante de los buenos vinos, ella había aprendido mucho con él. Para el postre eligieron el kivevé, a Matilde le entusiasmaba ese sabor de la calabaza confitada.

—Mati, no he querido molestarte, pero ha sido solo el Blanes el que se ha interesado por mi obra. Antes de verte a ti, hablé con el embajador en Buenos Aires; él es muy amigo de Gabriel, ya sabes, todo son relaciones… En fin, lo hemos conseguido. Tengo que darte las gracias.

—Solo me he limitado a hacer mi trabajo. Si te digo la verdad, ya no queda nada de nuestro pasado. Te recuerdo que ahora soy para ti la señorita Matilde, así que te puedes ahorrar lo de «Mati».

—Los hombres cometemos muchos errores, el mío fue tremendo. Por si te interesa, no he tenido hijos.

—¡Y a mí qué me importa! Creo que ha llegado la hora de irnos.

Emprendieron el camino de regreso.



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