Nueva York by Eduardo Mendoza

Nueva York by Eduardo Mendoza

autor:Eduardo Mendoza [Mendoza, Eduardo]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Ensayo, Viajes, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 1986-01-01T05:00:00+00:00


Naturalmente es ella la que se ha quedado con el apartamento; él ha cogido provisionalmente un estudio oscuro y mal ventilado en la calle 26, no lejos de donde vivió Herman Melville. Se lo digo para animarme y él me recuerda que allí Melville vivió años amargos. Allí se suicidó su hijo Malcolm a los 18 años y de allí partió su otro hijo, Stanwix, para llevar una existencia errante y desventurada hasta que la tuberculosis acabó con él a los 35 años. Al decir esto piensa en sus propios hijos, supongo, con inquietud. Le pregunto qué ha sucedido y me da unas explicaciones vagas, abstractas y retóricas. Le pregunto si hay otra mujer y me responde que ahora no, que la hubo, pero que eso ya pasó. Tampoco ella, a la que visito al día siguiente, se muestra más explícita. Paradójicamente su apartamento ahora resulta más incómodo que el estudio destartalado que se ha procurado él, quizá porque la ausencia de él hace que el mobiliario, las lámparas, la distribución general de la casa parezca artificial. Habrá que cambiar todas las cosas de sitio tan pronto él se haya llevado sus libros, sus cosas personales, el resto de su ropa, etcétera. Ella bromea al respecto y parece afrontar la situación con humor y buen ánimo. Le pregunto que quién tomó la iniciativa y me responde que no lo sabe, que fue algo decidido en común. Me pregunta si quiero beber algo y le digo que sí, que una cerveza me vendrá bien. Va a la cocina y yo, al cabo de un rato, al ver que no regresa, decido ir a ver qué ocurre: la encuentro llorando de pie, apoyada en la puerta de la nevera. Me pregunta que qué nos ha pasado a todos. Cobardemente trato de dispensarle el consuelo trivial de la sociología: en estos tiempos que corren todo el mundo se separa, más tarde o más temprano; la institución matrimonial está en crisis, etcétera. Por supuesto no escucha mis simplezas, pero el tono de voz y la presencia de un amigo probablemente contribuyen a tranquilizarla. Le propongo que salga con nosotros esta noche: en Little Italy todavía dura la fiesta de San Antonio, las noches están agradables, las calles están animadas, se distraerá. Me responde que no puede, que no tiene con quién dejar a los niños, que de un momento a otro volverán del colegio.



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