Mujeres de manhattan by Candace Bushnell

Mujeres de manhattan by Candace Bushnell

autor:Candace Bushnell [Bushnell, Candace]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Conte
publicado: 2011-01-19T23:00:00+00:00


–Full time dad[12] -explicó Wendy-, papá a tiempo completo. –¿Con toda la ayuda que tiene? -preguntó la mujer.

–Ahora se encarga él de casi todo.

–O sea, que no trabaja.

–Cuidar de los niños es trabajar, mamá. Es un empleo, ¿sabes?

–Ah, sí, ya lo sé, cariño -dijo su madre-, pero no olvides que eso es exactamente lo que dicen todas esas mujeres que al final acaban pidiendo elevadas pensiones alimentarias.

«No hay quien pueda con ella», pensó Wendy.

–Shane es un hombre, madre -se burló.

–Sí, lo es -suspiró su madre-. Y estoy segura de que ya ha entendido que le conviene más estar contigo que estar solo.

Eso le recordó a Wendy el apartamento en el que había vivido Shane durante su ausencia: ella no lo había visto, pero había mandado a una de sus empleadas para que ayudara a Shane a recoger sus cosas. Era un apartamento que le había subarrendado alguien que trabajaba en un bar (Wendy no le había preguntado si era un hombre o una mujer): un piso minúsculo de una sola habitación, en un edificio sin ascensor, con un colchón en el suelo y cucarachas en el cuarto de baño. A su vez, eso le recordó a Wendy los 200.000 dólares que Shane había cargado a la American Express para invertir en su restaurante. En realidad, no habían hablado del tema, pero Shane le había contado que lo del restaurante era un gran error y que tenía intención de olvidarse del proyecto, lo cual Wendy interpretó como una señal de que ella también debía olvidarse. Aun así, seguía estando un tanto preocupada: era como esos intensos y misteriosos picores que la despiertan a una justo cuando está a punto de quedarse dormida.

–Hola -le dijo Selden Rose una tarde, mientras entraba en su despacho.

Desde el día en que habían comido juntos, Selden había adoptado la costumbre de presentarse inesperadamente en su despacho: pasaba tan tranquilo por delante de las dos asistentes que estaban en el despacho de enfrente, y de Josh, en el despacho del medio. Cada vez que entraba, con las manos metidas en los bolsillos de los pantalones, Wendy estaba al teléfono. Últimamente se había dado cuenta de que no podía evitar hacer un poco el numerito y esa tarde no fue ninguna excepción, a pesar de que Shane había vuelto a casa. Con el micro provisto de auricular apoyado bajo la barbilla, Wendy le dedicó un gesto de impaciencia a Selden; luego contempló su mesa con el entrecejo fruncido, apoyó un codo en el brazo del sillón y recostó la cabeza en la mano; ya por último, cruzó las piernas, arqueó las cejas mientras buscaba la mirada de Selden y apretó los labios en una sonrisa de incredulidad.

Finalmente, hizo girar la silla hacia un lado y habló en tono categórico a través del micro.

–Mira, Ira, Sam Whittlestein es un gilipollas y así no vamos a hacer negocios. No voy a permitir que me atraquen. Es incumplimiento de contrato y si no quiere colaborar, tendremos que buscarnos a otro.

Se quitó el micro y se puso en pie.



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