Mujer de azafrán by Rebeca Orozco

Mujer de azafrán by Rebeca Orozco

autor:Rebeca Orozco [Orozco, Rebeca]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2015-04-15T00:00:00+00:00


Tu madre que te adora,

Milagros.

Rosaura tomó el tren a Veracruz. Necesitaba ver a Antonio para convencerlo de que tenían que ir a España. Podrían ver a Milagros sin una valla de por medio. Antes de llegar al puerto reconoció el paisaje: la vegetación era desbordante y estaba poblado por chozas con muros de barro y techo de palma. Los campesinos se fundían con el color de la tierra y los árboles se inclinaban por tantos limones y tamarindos. Hacía mucho calor y humedad, la ropa se pegaba al cuerpo.

La tía Concha la recibió en la estación. Se mostró cariñosa. Manifestó su alegría de verla y de que Milagros estuviera fuera de la cárcel. En el taxi habló de su actividad en la beneficencia.

—Los enfermos pertenecen a la colonia española… la mayoría son ancianos que desean con toda su alma regresar a morir a su tierra.

—¿Y lo consiguen?

—Es muy triste, pero la mayoría mueren antes.

—Es una pena —dijo Rosaura.

—Por cierto, estoy organizando junto con otras voluntarias la cabalgata de los Reyes Magos. Las madrinas saldrán a repartir juguetes por todo el puerto.

—¿Madrinas?

—Son chicas jóvenes, hijas de señores adinerados que dan donativos generosos a nuestra sociedad.

Concha le comentó a su sobrina que en la beneficencia se había hecho amiga de una monja teresiana que viajaba seguido a Madrid y que gracias a ella se había enterado de algunos asuntillos como el del alcalde de dicha ciudad quien, obsesionado con la reducción del ruido, había intentado prohibir el uso de bocinas, aparatos de radio y tubos de escape a la hora de la siesta. O como el de un cura que por atraer «ovejas a su rebaño», forró las paredes de la iglesia donde oficiaba con fotografías no solo de santos sino de los artistas ¡Lola Flores y Juanito Valderrama!

—Tía, ¿dices que una teresiana va seguido a Madrid? Pues se me ocurre una magnífica idea: ¡que sirva como correo entre mi madre y yo!

—¿Estás loca? ¿Quieres que una monja contacte a una republicana? —protestó la tía.

Con paciencia, Rosaura le explicó que, tras escapar de la cárcel, su madre había cambiado su identidad por la de una falangista de nombre Carmen Figueras y por esta razón trabajaba actualmente en la Sección Femenina.

—Ay, niña, no sé, me pones en un aprieto.

—Venga, tía, ¿no te digo que mi madre está con las falangistas? No puede pasar nada. ¡Me muero por escribirle! ¡Ayúdame!

La tía Concha finalmente cedió. La monja llevaría la correspondencia directamente de manos de Rosaura a manos de Milagros y viceversa. Del gusto, Rosaura le dio un beso en la frente.

—Ahora dime, tía, ¿por qué no has ido a España a ver a Fabián?

—He pedido a la Beneficencia Española que me ayude a conseguir algún puesto en la de Sevilla, pero han tardado en responderme. La burocracia está más lenta que nunca.

—¿Y el pasaje?

—Con lo que tu padre me paga por ayudarlo en La Giralda he logrado reunir una buena cantidad.

Rosaura pensó en el rostro de Fabián. En su beatitud. En su sensibilidad. Luego miró el mar.



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