Muertos y enterrados, amén by Lou Carrigan

Muertos y enterrados, amén by Lou Carrigan

autor:Lou Carrigan
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Aventuras
publicado: 1989-08-09T22:00:00+00:00


CAPÍTULO V

Warren Gaylord abrió los ojos. Quedó con la mirada fija y como dormida un par de segundos, contemplando el suelo a ras de cara, bañado de sol; pero su mirada despertó en seguida. Y entonces, rápidamente, volvió a cerrar los ojos.

Estaba oyendo hablar a Cotter y a otro de los forajidos. Sí, era Blaine.

Tenía la sensación de que le estaban marcando con un hierro al rojo en la espalda, como si fuese una res. Reparó por fin en el dolor, su mente lo asimiló. Pero no se movió. Era horrible, pero no se movió. Su mano derecha había quedado bastante cerca de su cara. La miró, y la vio hinchada. Intentó mover los dedos, y no pudo. Supo en el acto que no podría utilizar aquella mano para disparar... si es que llegaba a tener ocasión de hacerlo.

Esto le pareció tan remoto que sintió la amargura de la derrota. Había hecho en todo momento lo que le había parecido mejor, lo más conveniente no para él, sino para los vecinos de Green Valley.

Y ahora, sencillamente, él estaba hecho trizas. Le habían machacado la nariz, le habían golpeado en los testículos por dos veces, le habían inutilizado la mano derecha, le habían clavado una espuela en la espalda...

¿Qué estaban diciendo Cotter y Blaine?

—... un trago, demonios.

Esto lo había dicho Blaine.

Cotter contestó:

—En cuanto venga ese tipo con el dinero del Ayuntamiento enviaremos a los cantineros a buscar el suyo, y les diremos que nos traigan también unas cuantas botellas de whisky. Deben tener mucho dinero en las cantinas. Anoche la gente debió gastarlo en la juerga del sábado.

—Sí —rió Blaine—, ¡seguro que tienen la caja llena de dinero! La madre que me parió: ¡vaya un golpe, Cotter!

—Y sin problemas —rió Cotter.

—Los que lo están pasando mejor son Palmer y Corby —gruñó Blaine—. ¡Vaya si lo deben estar pasando bien!

—En eso estaba pensando —gruñó Cotter—. No me gusta que estén tanto tiempo dedicados a eso. Si les gusta la chica, pues nos la llevamos y en paz, pero ahora quiero que se dejen ya de eso y que estén al cuidado de los caballos.

—¿Quieres que vaya a decírselo? —deslizó Blaine.

—De acuerdo —volvió a reír Cotter—. Pero como te conozco bien, te diré una cosa: no estés más de quince minutos con la chica, ¿estamos?

—Tranquilo. Sólo quince minutos... Pero me gustaría que la diversión fuera interesante. ¿Puedo llevarme al chico listo?

—¿Para qué lo quieres?

—Yo me entiendo —rió Blaine—. ¡Yo me entiendo!

—Pues quiero entenderte yo —gruñó Cotter—. Todo está saliendo demasiado bien para que empecemos a hacer tonterías, Blaine.

—Nada, hombre... Sólo quiero que el muchacho me lleve a recoger una botella como él sabe, y luego le meteré una bala en la cabeza. Tengo ganas de quitarlo de enmedio... y está feo matar en la iglesia, ¿no?

—Está bien, llévatelo. Pero liquídalo en seguida.

—Descuida.

Los pasos de Blaine se acercaron a Warren, qué simuló estar todavía inconsciente. Reaccionó, gimiendo, cuando Blaine le aplicó un punterazo en un costado farfullando:

—¡Eh, tú! ¡Arriba! ¡Venga, ponte en pie!

Warren simuló recuperar el conocimiento entonces.



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