Muerte al micrófono by H. Paul Jeffers

Muerte al micrófono by H. Paul Jeffers

autor:H. Paul Jeffers [Jeffers, H. Paul]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 1984-09-14T16:00:00+00:00


16

Un acaramelado cantante acariciaba la letra de «Too Marvelous for Words», de Johnny Mercer, con la orquesta de Ben Cutler, cuando Verónica y yo nos abrimos paso junto al borde de la pista de baile del Rainbow Room, sesenta y cinco pisos por encima de lo que el agente de prensa de la sala describía como la alfombra titilante de las luces nocturnas de Nueva York. Nunca ha habido sala más elegante que aquella, con su decorado de satín, espejos centelleantes, sillones de cuero verde jade y alfombrado verde esmeralda bajo una lámpara destellante de cristal colgada de una cúpula de dos pisos de altura, donde un caleidoscopio de luces de colores iba cambiando de acuerdo con los sentimientos expresados por las orquestas que actuaban en el estrado. El Rainbow Room siempre tenía dos orquestas en cartel. La otra orquesta que se turnaba con la de Ben Cutler era la banda rumbera de Eddie LeBaron. A quienes querían bailar al ritmo lento y melodioso de Ben Cutler o al ritmo cálido latino se les exigía traje de etiqueta. La pista de baile era giratoria.

Verónica Blake, perfumada de gardenia, pidió langosta de Maine y vino francés y renunció al postre. Quería hablar de todo menos de sus ideas sobre el programa de detectives privados y del asesinato de Derek Worthington. Su tema predilecto éramos nosotros. Estaba haciendo todo un despliegue y no quería cortarla. Cuando finalmente me dejó un momento para ir al servicio, se me presentó la oportunidad que buscaba de hablar con el jefe de camareros sobre el incidente entre Reed y Worthington.

—Los señores estaban en la mesa treinta. Aparentemente tenían mucho que hablar —hablaba con acento francés y se atusaba, nervioso, la pajarita blanca—. Tardaron mucho tiempo en decidirse a pedir. Me dio la impresión de que se trataba de una conversación de carácter muy personal. Llevo muchos años observando conversaciones de sobremesa, míster MacNeil, y tengo una gran intuición, sin oír nada, por supuesto, para adivinar de qué se está hablando. Se pueden reconocer enseguida las conversaciones de negocios y se puede ver inmediatamente cuándo la conversación se desarrolla en un plano más íntimo. De vez en cuando alzaban la voz y me vi obligado a advertirles. Pocos minutos más tarde estallaba la violencia. Naturalmente, les pedí que se fueran y así lo hicieron, pero no juntos.

—Me gustaría hablar con el camarero que esa noche se encargaba de la mesa treinta.

—Era Pierre, pero no está de servicio esta noche. Lo siento. No obstante, le aseguro que Pierre le diría lo mismo que le acabo de decir. Pierre tampoco presta oído a las conversaciones. Si quiere saber de qué hablaron, le sugiero que hable con el joven.

Cuando Verónica volvió del servicio, la banda estaba interpretando el tipo de música que la mayoría de las personas prefiere en las breves horas en que la ciudad pasa del bramido al zumbido. En armonía con el ambiente, en los ojos de Verónica lucía un resplandor romántico. Si hubiera vestido adecuadamente seguro



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