Monstruos del mar by AA. VV

Monstruos del mar by AA. VV

autor:AA. VV. [AA. VV.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Terror
editor: ePubLibre
publicado: 2012-12-31T16:00:00+00:00


La mujer se hallaba con todos los músculos en tensión tras leer la carta, terminándola completamente absorta. Tanto era así que no había escuchado las pisadas de Kostik acercándose hasta el momento en el que, detrás de ella, bajo el quicio de la puerta, exclamó:

—¡Joder, qué pestazo!

Ella se volvió con los ojos aterrorizados, viendo al hombre descubrir el cadáver del doctor sobre su butaca.

—La leche. ¿Nuestro psicólogo se ha suicidado?

Zina no sabía qué decir, tan solo acertó a esconder de mala manera la carta tras de sí. Lo hizo de forma tan torpe que resultó más evidente que si no hubiera hecho nada.

—¿Eso es la nota de suicidio? ¿Qué pone?

—Na… nada. Sal de aquí, por favor —dijo con las palabras atorándose en su garganta.

—No me jodas Zina, trae aquí eso. Estoy harto de esta mierda, hasta nuestro psicólogo ha decidido inflarse de pastillas. Trae acá.

Ella se retiró velozmente, esquivando el zarpazo de Kostik. Tropezó con el mugriento diván y se agitó nerviosa para recuperar el equilibrio. El hombre la agarró de la muñeca evitando su caída, pero arrebatándole a la vez el papel.

Zina quiso recuperar la carta, pues no podía pensar en una persona más inapropiada para leer lo que había escrito.

Kostik la dejó caer sobre el diván y, siendo todo músculo, no tuvo problema en impedir que la pequeña Zina se acercase lo más mínimo. Su rostro cambió cuando leyó por encima lo que el comandante había hecho y la mujer terminó por rendirse. Ya era demasiado tarde para luchar, así que decidió que intentaría negociar cuando terminase de leerla con atención.

—¡Ese cabronazo! —Arrugó la hoja del diario y la lanzó al suelo, encaminándose hacia la puerta.

—¡Kostik, espera! —Salió tras él, pero ya había echado a correr, empujando a Lilya que se acercaba por el pasillo. Alertada por las voces que se escuchaban por todo el submarino, había salido para ver qué ocurría.

—¿Qué ha pasado? —preguntó entre susurros, aún presa del miedo de la alarma silenciosa.

—Tenemos que detenerle. Va a haber un motín —dijo Zina con lágrimas en los ojos, sintiéndose una completa inútil por haber dejado que todo se fuera al traste. Por no haber defendido la última voluntad de su mentor ni por un triste minuto.

—¡Abre, cabrón asesino! —Kostik aporreaba a puñetazo limpio el camarote del comandante, seguido de una veintena de hombres—. ¡Abre y da la cara!

Volkov, obligado a intentar calmar a la muchedumbre que cada vez levantaba más la voz y exponía al Arkhangelsk al peligro, tuvo que abrir la puerta.

—No entendéis nada —dijo nada más separar la puerta del marco.

En ese momento Kostik arrampló dentro del habitáculo y propinó un soberano puñetazo en la cara al comandante, tumbándolo sobre el escritorio.

—Pues ahora lo vamos a entender todos pero que muy bien —dijo tras agarrarlo y arrastrarlo fuera del camarote.

Lo llevaron al puente, donde algún oficial hizo amago de detener la situación de motín, pero al ver la clara inferioridad en que se encontraba, decidió esperar acontecimientos.

Los hombres dejaron al comandante frente al intercomunicador de megafonía y Kostik escupió:

—Habla.



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