Ensayo sobre el origen de las lenguas by Jean-Jacques Rousseau

Ensayo sobre el origen de las lenguas by Jean-Jacques Rousseau

autor:Jean-Jacques Rousseau [Rousseau, Jean-Jacques]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Filosofía
editor: ePubLibre
publicado: 1780-12-31T16:00:00+00:00


X. Formación de las lenguas del Norte

A la larga todos los hombres se vuelven semejantes, pero es diferente el orden de su progreso. En los climas meridionales, donde la naturaleza es pródiga, las necesidades nacen de las pasiones; en los países fríos, donde es avara, las pasiones nacen de las necesidades, y las lenguas, tristes hijas de la necesidad, resienten su arduo origen.

Aunque el hombre se acostumbre a las intemperies del aire, al frío, al malestar, hay sin embargo un punto donde sucumbe la naturaleza: presa de esas crueles pruebas, todo lo que es débil muere; todo el resto se consolida; y no hay un término medio entre el vigor y la muerte. He ahí por qué son tan robustos los pueblos septentrionales: no es el clima el que los ha hecho así; pero solamente ha soportado a quienes lo eran, y no es sorprendente que los hijos conserven la buena constitución de sus padres.

Se presupone ya que los hombres más robustos deben tener órganos menos delicados, que sus voces deben ser más ásperas y más fuertes. Por lo demás, ¡qué diferencia entre las conmovedoras inflexiones que provienen de los movimientos del alma y los gritos que arrancan las necesidades físicas! En aquellos horribles climas donde todo está muerto durante nueve meses del año, donde el sol sólo calienta el aire algunas semanas para enseñarles mejor a los habitantes de qué bienes están privados y prolongar así su miseria, en esos lugares donde la tierra no da nada si no es a fuerza de trabajo, y donde la fuente de la vida parece estar más bien en los brazos que en el corazón, los hombres, atareados sin cesar buscando provisiones para su subsistencia, se preocupan apenas por lazos más dulces: todo se limitaba al impulso físico; la oportunidad hacía la elección; la facilidad, la preferencia. La ociosidad que nutre las pasiones cedió el lugar al trabajo que la reprime: antes que preocuparse por vivir feliz, era preciso preocuparse por vivir. La necesidad natural unía a los hombres mucho mejor de lo que el sentimiento lo habría hecho, la sociedad sólo se formó gracias a la industria: el peligro permanente de muerte no permitía limitarse a la lengua del gesto, y, entre ellos, la primera palabra no fue ámame sino ayúdame.

Esos dos términos, si bien muy semejantes, se pronuncian con un tono diferente: no había nada que hacer sentir pero era necesario darlo a entender todo; luego, no se trataba de energía sino de claridad. El acento que el corazón no proporcionaba fue sustituido por articulaciones vigorosas y sensibles, y si hubo en la forma del lenguaje alguna impresión natural, esa impresión contribuyó todavía más a su dureza.

En efecto, los hombres septentrionales no carecen de pasiones, pero las tienen de otra especie. Los de los países cálidos tienen pasiones voluptuosas, relacionadas con el amor y la suavidad; la naturaleza hace tanto por los habitantes que éstos casi no tienen nada que hacer; si un asiático tiene mujeres y reposo, está contento.



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