Mi hermano el idiota by Michel del Castillo

Mi hermano el idiota by Michel del Castillo

autor:Michel del Castillo [Castillo, Michel del]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Biografía
editor: ePubLibre
publicado: 1995-01-01T00:00:00+00:00


* * *

A menudo me suelen hacer la misma pregunta: ¿puede un libro cambiar la vida? ¿darle del todo la vuelta? Te escribo, Fédor, para satisfacer una deuda y responder a esta pregunta.

Pertenecemos al mismo gremio altanero. No podemos pagarnos con promesas vanas. No puedo, pues, mentirte, ello supondría despreciarte.

Tu libro cambió mi vida pero no sólo por su calidad literaria. Me trastornó completamente porque tú mismo, antes de escribirlo, fuiste trastornado. Sin duda ese texto no sería lo que es sin tu trabajo de escritor, sin ese largo aprendizaje y esa obsesión enfermiza por las palabras, que te persiguió desde tu niñez. Sí, tu talento estalla en cada página y uno cree oír el sonido de tu voz, su temblor, su familiaridad, su rabia. Pero ese talento resuena desde un lugar muy particular, Fédor. No sólo de la katorga, o del presidio. Eso, hermano mío, son las circunstancias, de las que es verdad que sacas el mejor partido. No se te escapa nada: tu mirada ha captado hasta el más mínimo detalle, tus oídos el mínimo giro idiomático original. Das paso a Chéjov y hasta a Soljenitsin. Pero Siberia, pese al choque literario que su revelación ha de producir en ti —y tú eres completamente consciente y así se lo escribes a tu hermano con un entusiasmo justificado—, Siberia es anecdótica para ti. Terrible, lo reconozco. Horrible. No es, sin embargo, de ahí desde donde escribes ese libro, en sentido propio, conmovedor.

En ruso, el título no dice casa de los muertos sino casa-muerta, ¿no es así? Lo mismo que decir panteón, tumba, sepulcro. Escribes desde el reino de los muertos pero, al describirlo, te extirpas de él. Además, tu narrador está muerto y lo que el lector tiene ante sus ojos es un cuaderno voluminoso encontrado entre sus papeles.

La fuerza de tu libro procede de estar escrito allende la muerte. Has atravesado la línea y los que, como nosotros, también lo han hecho, miran el mundo con ojos desencantados, desilusionados. Es el complejo de Lázaro. Uno imagina que, al salir de la tumba, se puso a bailar la giga cuando en realidad lo que sin duda sentía era una tristeza cansada y resignada. Uno se siente solo, tan solo como si guardara en sí, bien calado en los huesos, el frío del sepulcro.

El choque que para mí supuso el descubrirte fue también eso: ese sentimiento de una fraternidad en la muerte, no vencida, justo sentida.

Aquella mañana, hermano, entre una humanidad tan parecida a la que te rodeaba a ti en la katorga, me devolviste a la vida viva. Me cogiste de la mano y me sacaste de la tumba. Supe que, gracias a ti, tendría el valor de ir ahondando cada vez más, de afrontar la cosa. Me costará años. Daré mil rodeos. Intentaré escapar a la severidad de la lengua. Examinaré, sin embargo, retrospectivamente, bajo tu mirada compasiva, los orígenes de mi vergüenza. Beberé la copa de hiel.



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