Contraveneno by Carlos Cuauhtémoc Sánchez

Contraveneno by Carlos Cuauhtémoc Sánchez

autor:Carlos Cuauhtémoc Sánchez
La lengua: spa
Format: mobi, epub
Tags: Autoayuda, Referencia, Psicología, Padres e hijos
editor: eBook's Xibalba
publicado: 2000-01-01T08:00:00+00:00


Sé que mi papá y mi hermano se fueron de la casa por culpa mía; yo hubiera querido no nacer así. De verdad. Sólo he provocado tristeza a mí alrededor. Mamá, a veces quisiera morirme. Rezo para que Dios me lleve con él. No deseo seguir haciendo a la gente infeliz…

Como si las palabras de la pequeña hubieran llegado hasta el corazón del Creador, poco tiempo después, tuvo una terrible crisis de salud y perdió la vida casi de manera fulminante.

Entonces me quedé sola, desesperada, inconsolable.

Waldo se había vuelto drogadicto. Mi marido desaparecido del mapa. Seguí comiendo en exceso y empecé también a beber alcohol.

Un día, estaba ahogada de borracha cuando recibí una llamada telefónica en la que se me notificaba lo que tarde o temprano tenía que suceder: Mi hijo había recibido cuatro heridas de bala en una riña de taberna y se hallaba al borde de la muerte.

A pesar de mi intoxicación alcohólica comprendí a la perfección el mensaje. Quise ir al hospital, pero me di cuenta que no podía ponerme en pie. Tuve la sensación más dolorosa y terrible de fracaso que he sentido jamás. Varias horas después, logré vestirme y fui a ver a Waldo. El muchacho no me reconoció. Además de baleado, estaba todavía bajo el efecto de una fuerte droga. Semiinconsciente, murmuraba una frase ininteligible. Decía algo así como «letuv laculp». Repetía la incoherencia una y otra vez sin parar.

—¿Qué quiere decir? —pregunté a una de las enfermeras.

—Escúchelo bien. Tiene varias horas susurrando la misma frase.

—¿«letuv laculp»? ¿Qué significa?

—Ponga atención. En realidad está diciendo «él-tuvo-la-culpa».

Me quedé estática. Muchas cosas pasaron por mi mente, entre otras, la sentencia más difícil de aceptar que escuché hace tiempo:

«Una persona puede quedarse sin dinero, sin salud, sin profesión, sin familia, sin honor; pero nunca se quedará sin alguien a quién echarle la culpa…».

Aún los más negligentes buscarán a quien culpar por sus infortunios… Yo lo hacía. Culpaba a mi exmarido, a mis familiares, a mis amigos, a la mala suerte e incluso a Dios…

Salí del hospital y fui directo a la central de autobuses. Compré un boleto hacia cualquier parte e hice un viaje para tratar de ordenar mi mente.

Esa noche, me descalcé en una extraña playa de arena rasa, enmohecida, fría, repleta de cangrejos, en mar abierto, totalmente solitaria, tuve la sensación interna fuerte, certísima de la presencia del Ser supremo. No del dios que los fanáticos han convertido en concepto intelectual, sino del Dios a quien podemos percibir con exactitud en lugares naturales como ese, del Dios que no es idea, sino presencia real, que nos llama con un magnetismo irresistible, a quien advertimos vivo con una grandeza inconmensurable…

Entonces hablé en voz alta:

—Señor, Perdóname… Nunca valoré la belleza de tener a una hija especial, nunca comprendí que ella, lejos de traer problemas a la casa traía bendición, jamás descubrí que era una enviada tuya para darnos a todos la oportunidad de aprender a servir y a amar sin condiciones… Perdóname Señor, hoy reflexiono que todo cuanto los seres humanos poseemos es prestado.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.