Mi casa está donde estoy yo by Igiaba Scego

Mi casa está donde estoy yo by Igiaba Scego

autor:Igiaba Scego [Scego, Igiaba]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 2011-01-01T00:00:00+00:00


ESTACIÓN TERMINI

Roma Termini es la principal estación ferroviaria de la ciudad y la más grande de Italia. Por la afluencia de pasajeros, se encuentra entre las más saturadas de Europa, solo después de la Gare du Nord de París. La estación es, asimismo, la mayor intersección del transporte urbano de Roma: por ahí pasan las dos únicas líneas de metro y los principales autobuses. Construida sobre la colina del Esquilino, la estación funciona a pleno rendimiento desde 1864. El edificio que puede verse actualmente —cuya fachada da a la construcción horizontal que ha dado fama a la estación— se inauguró en 1950. En la estación, la gente corre. Corre por un tren, o por un beso, para abrazar a alguien querido que acaba de llegar o para escabullirse tras robarle a alguien la cartera. Sin embargo, el nombre «Termini» siempre me ha parecido como una pausa en esa continua carrera. Siempre he pensado que ese nombre significa «meta final» o «fin del viaje». Me gustaba mucho, pues sonaba como un mensaje dirigido a nosotros, pasajeros histéricos, hijos de la modernidad. No obstante, hace poco descubrí que el topónimo Termini tiene un significado bien distinto: deriva de la deformación de la palabra latina thermae. Y es que, muy cerca, se encuentran las termas de Diocleciano, a las cuales debe su nombre la estación. El corazón de la misma se sitúa en la Galería Centrale, un corazón físico y también algo metafísico. Lo que debía ser una simple conexión peatonal entre la vía Marsala y la vía Giolitti se transformó, con el tiempo, en la metáfora de una suspensión, el pasaje entre dos o más mundos. De hecho, no por casualidad el protagonista de la película Good Morning Aman —interpretado por el joven Said Sabrie, de origen somalí— recorre esta galería con una música soul de fondo que reviviría incluso a un mulo moribundo. Poco antes de recorrer el pasillo de la galería, Said-Aman dice: «El problema no es hacer realidad nuestros deseos, sino tener esos deseos». En Termini, aunque todo parezca difícil, aunque alguien esté sufriendo de una forma tremenda —y aquí pienso en las personas sin hogar—, es posible albergar la ilusión de que un tren nos alejará del inmenso dolor que padecemos. Por eso, en el mapa dibujo unos trenes con alas de ángeles. Said-Aman lleva razón, lo importante es tener deseos.

Le cambié el turno a una compañera de trabajo. «Te lo pido por favor, tengo que ir a un entierro», le dije. Me preguntó quién había muerto y respondí con un genérico: «Unos niños». En realidad, no conocía la respuesta exacta. Había muerto gente que no conocía, pero no podía faltar a su entierro.

Llegué jadeando y toda sudada, con un resuello digno de quien llega a la meta después de un maratón. La plaza de Campidoglio ofrecía un magnífico aspecto. Estaba llena como una bota de vino campera. Llena hasta los topes. Daba envidia verla así de llena, como si hubiera un concierto de rock a punto de



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