Medio muerto nada mas by Álvaro de Laiglesia

Medio muerto nada mas by Álvaro de Laiglesia

autor:Álvaro de Laiglesia [Laiglesia, Álvaro de]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Humor
editor: ePubLibre
publicado: 1961-12-31T16:00:00+00:00


I

EL MAR SE HABÍA PUESTO morado de tanto beber sol. Una gaviota se dejaba llevar por el viento, aburrida de no tener adónde ir. La marea, al retirarse de la playa, iba enrollando sus olas como una alfombra verde con flecos de espuma. Sobre la arena, dorada y ardiente, yacía el cuerpo de Ivette empapado de luz.

—Las condenadas nubes plomizas van a privarnos de los rayos solares —rezongó Tony, que reposaba junto a ella con un breve calzón.

Pero ella se encogió de hombros, al par que fruncía los labios. Siempre reaccionaba igual cuando el desaliento se adueñaba de su alma vacía. Y Tony, aquel vehemente muchachote de piel tostada, con alguna peca en la espalda, desnuda, comenzó a charlar de música. Su cálida voz rodaba por las dunas perezosamente, hasta las orejas de Ivette. Hablaba mucho. Quizá demasiado. No hacía falta examinarle a fondo para comprender que era un extraverso que admiraba a Debussy.

«¿Ha dicho sonata o patata? —pensó ella, demasiado indiferente para abrir la boca en busca de una aclaración—. Preferiría que hubiese dicho patata, porque el baño marítimo me ha abierto un maldito apetito.»

Por desgracia él no había dicho patata, sino sonata.

Ambos se aburrían mortalmente en la desierta playa, pero había que amortizar el viaje que hicieron desde París para pasar el fin de semana. Tony, al hablar, tecleaba sobre la arena estampando en ella sus dedos, largos y un poco débiles.

—¿Quieres? —susurró él de pronto, con la voz súbitamente enronquecida, poniendo una mano sobre un muslo de Ivette.

Y ella, con imperceptible temblor en los párpados, volvió a encogerse de hombros.

«¡Ah, el ardiente y adorable puerco! —pensó Ivette mientras él hacía todo lo necesario para poseerla—. Si sigo encogiéndome de hombros, acabaré contrahecha o jorobada. Pero ¿qué puedo hacer si el hastío me domina? Me casé con Tony hace un año creyendo que le amaba, mas comprendí después que había cometido una «gafe» sentimental. Sólo me atraía de este impulsivo muchachote que me tocara. Pero el piano. ¡Tocaba tan endiabladamente bien las piececitas decadentes y vagamente románticas! Cuando le oí en la Sala Gaveau, en aquella horrible tarde septembrina, me sentí ligera y con ganas de llorar. Nos pusimos en relaciones aquella misma noche, en su cama de la Rue Pompier. Y nos casamos a la mañana siguiente, porque él era Acuario y yo Piscis.

»—Un Piscis —pensé yo a la hora del desayuno—, siempre tiene que estar bien en un Acuario.

»Reímos atolondradamente, mientras nos vestíamos a toda prisa para correr a la alcaldía.

»Recuerdo nuestra luna de miel en Bretaña, recorriendo la región en el viejo caballo del tío Roger. La ventisca golpeaba nuestros rostros, incluso el del caballo, mientras las gotas de lluvia enjoyaban con diminutos diamantes nuestros miembros entrelazados. Yo me dejaba poseer con el hastío que caracteriza todos mis actos vitales, porque comprendí en las primeras noches que él no lograría disipar mi tedio. No le amaba, no. Ni a él. Ni a Bretaña. Ni al caballo del tío Roger.

»—¿Qué quieres que te ofrezca como regalo



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