Mala luna by Rosa Huertas

Mala luna by Rosa Huertas

autor:Rosa Huertas [Huertas, Rosa]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2008-12-31T16:00:00+00:00


DIECINUEVE

Decidí dejar Orihuela y trasladarme a Madrid para ayudar a Miguel. Pronto encontraría trabajo, seguro que habría cientos de tahonas en las que amasar pan. Fue la primera decisión firme de mi vida, lo que me animó mucho. Parecía que empezábalo también, a tomar las riendas de mi existencia. Plasta ese momento me había dejado llevar por las circunstancias y las decisiones ajenas: trabajaba en una panadería gracias a la iniciativa de Miguel, pero yo no había elegido ni el color de las alpargatas que llevaba puestas y que siempre me compraba mi madre. La gran ciudad me esperaba y olvidé que las privaciones de mi amigo podían llegar a ser también las mías. Aunque todavía no tenía datos para saberlo, yo sí había nacido en buena luna. Incluso la gran ciudad se me mostró benévola.

Me afané en ahorrar a partir de febrero. Raimundo Gómez se prestó a ayudarme; me dejaba repartir algunas de las cartas y luego me daba una propina. Se portó con generosidad, él solo podía haber hecho muy bien ese trabajo, pero sabía que yo no aceptaría dinero a cambio de nada. Siempre fue un hombre honrado y un amigo fiel, al que para mi desgracia no supe imitar. Le pedí un plano de Madrid, lo necesitaba para no perderme como le pasaba a Miguel. Me prometió hablar con los compañeros que llevaban las sacas de cartas a la capital en tren. Unas semanas después ya tenía mi plano.

—Mira —me explicó Raimundo un día señalando en el mapa—, aquí está la estación de Atocha. Si subes por esta calle y luego giras a la derecha llegas a la Puerta del Sol.

Nunca he vuelto a sentir tanta fascinación como delante de aquel plano. Los nombres de las calles sugerían aventuras, las anchas avenidas prometían paseos al sol, las plazas rebosaban de gente en mi imaginación. Todas las horas que no había dedicado a leer las empleé en aprenderme de memoria el plano de Madrid y lo conseguí con facilidad. Descubrí en mí una extraña y sorprendente habilidad. En pocas semanas era capaz de localizar cualquier calle y de buscar el camino más corto de una glorieta a otra. Raimundo, que seguía mis progresos, estaba fascinado:

—Eres un fenómeno, chico, te sabes Madrid como si fueses gato.

—¿Gato?

—A los madrileños los llaman «gatos», no sé por qué, será porque hay muchos felinos en la capital. Cuando vayas, entérate y me lo cuentas.

Me fascinaba la idea de recorrer calles por las que nunca en mi vida había pisado. Descubrí que muchas de ellas tenían nombres más propios del campo que del asfalto: Labradores, Carretas, Clavel, Margaritas, Arenal, Flor Alta, plaza de la Cebada, de la Paja… O aludían a diferentes oficios: Latoneros, Botoneras…

Bastantes estaban dedicadas a santos o a personajes históricos que desconocía. Las que más me gustaban eran aquellas con nombres sugerentes, que parecían destinadas a definir diferentes estados de ánimo. Uno podía acudir a llorar sus tristezas al paseo de los Melancólicos, a la calle Desengaño o a la



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.