Médico, el by Noah Gordon

Médico, el by Noah Gordon

autor:Noah Gordon [Gordon, Noah]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Conte
ISBN: 9788496546301
publicado: 1986-09-14T16:00:00+00:00


QUINTA PARTE

EL CIRUJANO DE GUERRA

51

LA CONFIDENCIA

—¿Por qué les resulto tan antipática? —peguntó Mary a Rob.

—No lo sé.

No hizo ningún intento por engañarla, pues ella no era tonta. Cuando la hija menor de Halevi fue hacia ellos haciendo pinitos desde la casa de al lado, Yudit —su madre, que ya no llevaba pan tierno al judío extranjero— corrió a buscar a su hija sin decir palabra y huyó como de la peste. Rob llevó a Mary al mercado judío y descubrió que ya no le sonreían como al judío del calaat, que ya no era el cliente predilecto de la vendedora Hinda. Se cruzaron con la vecina Naoma y su rechoncha hija Lea, y ambas apartaron la mirada fríamente, como si el zapatero Yaakob ben Rashi no hubiese insinuado a Rob, en una comida sabatina, que tenía la oportunidad de pasar a formar parte de la familia.

Siempre que Rob caminaba por el Yehuddiyyeh, veía que los judíos que conversaban guardaban silencio y fijaban la vista en el vacío. Notaba los codazos significativos, el feroz resentimiento en una mirada casual, incluso una maldición murmurada en labios del viejo Reb Asher Jacobi el Circuncidador, como proyectando rencor contra uno de los suyos que había probado la fruta prohibida.

Se dijo a sí mismo que no le importaba: ¿Qué significaba realmente para él la gente del barrio judío?

Mirdin Askari era distinto, y a Rob le constaba que lo evitaba. Por las mañanas echaba de menos la sonrisa de Mirdin, con sus grandes dientes a la vista y su reconfortante compañía, pues ahora Mirdin ponía invariablemente una expresión adusta cuando le dedicaba un breve saludo y se alejaba de inmediato.

Un día, Rob se decidió a buscarlo; lo halló a la sombra de un castaño, en los terrenos de la madraza, leyendo el vigésimo y último volumen de Al-Hawi, de Rhazes.

—Rhazes lo hizo bien. Al-Hawi abarca toda la medicina —dijo Mirdin, incómodo.

—Yo he leído doce volúmenes. Pronto llegaré a los otros. —Rob miró a su amigo—. ¿Está tan mal que haya encontrado a una mujer a la que amo?

Mirdin lo miró a los ojos.

—¿Cómo pudiste casarte con una Otra?

—Mary es una joya, Mirdin.

—«Pues los labios de una mujer extranjera saben como un panal y su boca es más suave que el aceite.» ¡Es gentil, Jesse! Eres un imbécil. Somos un pueblo disperso y asediado que se esfuerza por sobrevivir. Cada vez que uno de nosotros se casa fuera de nuestra fe, significa el fin de generaciones futuras. Si no lo entiendes, no eres el hombre que yo creí que eras, y nunca más seré amigo tuyo.

Rob se había estado engañando a sí mismo: la gente del barrio judío le importaba, porque lo había aceptado libremente. Y aquel hombre importaba más que nadie, porque le había brindado su amistad y Rob no tenía tantos amigos como para desecharlo.

—No soy el hombre que creías que era. —Se sintió impulsado a hablar convencido de que no depositaba erróneamente su confianza—. No me casado fuera de mi fe.

—Ella es cristiana.

—Sí.

La cara de Mirdin se vació de sangre.



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