(Lynley 18) Un Acto De Maldad by Elizabeth George

(Lynley 18) Un Acto De Maldad by Elizabeth George

autor:Elizabeth George [George, Elizabeth]
Format: epub
Tags: det_espionage, det_police
editor: www.papyrefb2.net


Victoria, Londres

No fue tan difícil como antes conseguir hablar con un oficial del Cuerpo Especial. Hubo un tiempo en que los del SO12 eran un grupo muy hermético, no solo reservados, sino también muy nerviosos. No confiaban en nadie y era comprensible. En los días del IRA y las bombas en autobuses, coches y cubos de basura, prácticamente todo el mundo podía ser irlandés, así que no importaba que quien los llamara perteneciera a otra rama de la Met. Los del SO12 eran poco habladores y todo lo demás que era de esperar. Para sacarles información, normalmente hacía falta una orden judicial.

Todavía eran muy cautelosos, pero compartir información era a veces necesario en los días en los que feroces imanes de mezquitas inglesas exhortaban a los que les escuchaban a la yihad, jóvenes nacidos en Gran Bretaña eran aleccionados sobre la belleza del martirio, y profesionales de campos inesperados como la medicina decidían alterar el curso de sus vidas llenando su coche de explosivos y colocándolo donde más daño pudiera hacer. Nadie podía permitirse tener convicciones peligrosas en alguno de estos asuntos, así que si una agencia de la Met necesitaba información de otra agencia de la Met, era posible encontrar a alguien que te diera algunos detalles si le dabas un nombre.

Barbara consiguió hablar con el inspector jefe Harry Streener utilizando las palabras mágicas: «pakistaní viviendo en Londres» y «una situación de riesgo en Italia». Ese hombre tenía el acento de alguien que debería estar silbándole órdenes a su perro ovejero en las colinas de Yorkshire y la piel pálida de quien llevaba diez años sin ver el sol. Tenía los dedos amarillos por la nicotina, y sus dientes no estaban mucho mejor, así que, cuando le vio, Barbara tomó nota mental de que dejar de fumar no era una mala idea. Pero dejó eso para otro momento y le dijo el nombre que odiaba tener que darle.

—¿Taymullah Azhar? —repitió Streener. Estaban en su despacho, donde un iPod conectado a unos altavoces reproducía algo que sonaba como vientos huracanados en un bosque de bambú. Streener la vio mirar en esa dirección.

—Ruido blanco —le dijo—. Me ayuda a pensar.

—Entiendo —dijo asintiendo lentamente. Ese ruido habría provocado que ella fuera a la estación de metro más cercana a buscar refugio, pero cada uno es cada uno.

Streener tecleó en su ordenador. Un momento después se puso a leer lo que tenía en la pantalla. Barbara estaba deseando levantarse, encaramarse a la mesa y ver la información, pero se obligó a esperar pacientemente a lo que fuera que Streener quisiera contarle. Ya le había resumido los hechos: el trabajo de Azhar en el University College London, su relación con Angelina Upman, que habían tenido una hija juntos, la huida de Angelina con Hadiyyah a un destino desconocido y el posterior secuestro de Hadiyyah. Streener escuchó todo eso con una cara tan impasible que Barbara se preguntó si realmente la había oído. Al final de su



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