Luz Virtual by Gibson William

Luz Virtual by Gibson William

autor:Gibson, William [Gibson, William]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Narrativa, Ciencia-Ficción
publicado: 1994-11-16T23:00:00+00:00


19. Superpelota

Yamazaki oyó disparos por debajo de donde estaba arrodillado, con las manos atadas por un plástico reluciente que lo sujetaba al áspero tirante metálico que sostenía la mesa-estante de Skinner. ¿No habría sido en realidad el ruido de alguna herramienta hidráulica?

Había un olor acre e intenso en la habitación. Pensó que tenía que ser el olor de su propio miedo.

Tenía los ojos a la altura de un plato astillado de porcelana blanca en cuyo borde se ennegrecía una mancha de aguacate triturado.

—Yo le dije lo que tenía —dijo Skinner, levantándose esforzadamente con los brazos atados a la espalda—. No lo quiso. Sólo quería lo que quería, ¿no es así? —El pequeño televisor se deslizó por el borde de la cama y se estrelló contra el suelo. La pantalla se abrió de golpe y escupió un cable plano iridiscente. —Mierda. —Giró sobre los talones, respingando al sentir el peso del cuerpo en la cadera enferma. Yamazaki creyó que se caía. Skinner dio otro paso, y otro, inclinado hacia adelante para mantener el equilibrio.

Yamazaki forcejeó con las ataduras plásticas. Soltó un grito al sentir que se ajustaban todavía más. Como si estuvieran vivas.

—Si tiras de ellas, o las tuerces —dijo Skinner, detrás de él—, las muy cabronas se aprietan más. Las usaba la policía. Pero las declararon inconstitucionales. —Se oyó un estruendo que sacudió la habitación e hizo vacilar las luces. Yamazaki miró por encima del hombro y vio a Skinner sentado en el suelo, las rodillas levantadas a medias, inclinado hacia adelante.— Tengo ahí unas cizallas de veinte pulgadas —dijo el viejo, señalando con el pie izquierdo una maltratada caja de herramientas verde—. Con eso nos las arreglaríamos, si es que llegamos a sacarlas de ahí. —Yamazaki vio cómo movía los dedos de los pies, sacándolos por los agujeros de los ruinosos calcetines grises.— No es que esté seguro de poder hacer una mierda con ellas una vez que las tenga... —No terminó la frase. Miró a Yamazaki.— Se me ha ocurrido una idea mejor, pero no te va a gustar.

—¿Skinner-san?

—¿Ves ese tirante?

Descoloridos goterones de soldadura sujetaban el conjunto, que sin embargo parecía bastante sólido. Contó nueve cabezas de tornillos diferentes. El tirante diagonal parecía estar hecho con delgadas cuñas de metal, sujetas entre sí con cabos de alambre por arriba y por debajo.

—Lo hice yo —le dijo Skinner—. Son tres pedazos de una sierra industrial. Nunca les rebajé esos dientes de arriba.

Yamazaki pasó los dedos sobre asperezas ocultas.

—Tranquilo, Scooter. No cortan una mierda. Por eso las usé.

—¿Sierro el plástico? —Yamazaki alzó las muñecas.

—Espera. Si empiezas a cortar, a ese caucho del diablo no le gustará nada. Tienes que hacerlo muy rápido, si no se te hundirá hasta el hueso. Te he dicho que esperes...

Yamazaki se quedó quieto. Miró hacia atrás.

—La tienes demasiado cerca del centro. Si cortas por ahí terminarás con un anillo en cada muñeca, y las muy cabronas se cerrarán todavía más. Tienes que cortar lo más cerca que puedas de un lado, luego vienes y cortas del otro lado con la cizalla antes de que te apriete.



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