Los tres paraísos by Robert Fabbri

Los tres paraísos by Robert Fabbri

autor:Robert Fabbri [Fabbri, Robert]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2021-01-06T16:00:00+00:00


* * *

—Y estas tres cartas —proclamó Deinarco sosteniendo en alto los documentos incriminatorios—, estas tres cartas son todo lo que necesito para probar, más allá de toda duda, la traición de Demades y de su hijo Demeas. —Deinarco miró a su alrededor, a los cincuenta juristas sentados en las bancadas del juzgado, en el ágora—. En ellas queda patente un acercamiento deliberado a Pérdicas, que ofrece una alianza contra Antípatro, regente de Macedonia. —Con un gesto dramático extendió el brazo hacia Antípatro—. Un acto palpable de traición, ya que Atenas está sometida por Macedonia y Antípatro era entonces, y sigue siendo, regente de Macedonia.

Antípatro sintió que le faltaba el aire cuando Deinarco leyó en alto cada una de las cartas para luego devolvérselas a Casandro, el presidente del juicio, para que este las hiciera circular entre el jurado para su examen. Se frotó el pecho y miró a Demades y a Demeas, los cuales habían sido arrestados nada más poner un pie en Pella. Demades estaba ricamente vestido, era un hombre galante y apuesto, a pesar de rondar los setenta y de estar calvo. Veterano de mil juicios, estaba sentado con expresión divertida y, de vez en cuando, tomaba alguna nota. Antípatro se deleitó con la simetría que suponía que ahora fuera él el acusado, ya que había sido Demades quien logró la condena a muerte de sus conciudadanos, Demóstenes e Hipérides, a petición de Antípatro y a cambio de una buena suma, tan solo cuatro años antes. Habiendo cogido su dinero, Demades tan solo estaba recibiendo lo que merecía por habérselo arrojado a la cara.

Demeas, un elegante y perfumado seductor que aún no había cumplido los treinta años, producto de la unión entre su padre y una famosa bailarina, parecía menos relajado que Demades. Su túnica de lino fino, color azul pastel y ricamente bordada en el dobladillo y las mangas, lucía manchas de sudor, y no dejaba de pasarse la mano por unos rizos aceitosos que le caían sobre los hombros. Creíais venir aquí a llevar a cabo una gloriosa misión, dando por hecho mi buena disposición, joven cachorro, y en lugar de eso habías emprendido tu último viaje. Antípatro hizo un gesto de dolor al sentir otro pinchazo en el pecho y su respiración se volvió entrecortada y rápida unos instantes para, acto seguido, volver a estabilizarse.

—¡No eres más que un macedonio chillón! —gritó Demades mientras Deinarco leía una lista de acusaciones, algunas ciertas pero otras, la mayoría, falsas, cometidas por el acusado a lo largo de una dilatada carrera recibiendo sobornos a medida que progresaba en la vida que había empezado como simple remero en la flota de Atenas—. Un chillón, ¿me oyes? Un chillón que blande un relámpago prestado por Zeus porque no tiene un arma propia que arrojarme. ¿Por qué perdemos el tiempo con este juicio cuando podríais haber hecho que cualquier tabernero, en mi viaje hacia aquí, me clavara un cuchillo en las costillas? —Se giró para dirigirse a Antípatro—. ¿Y qué hay de tu cazador de exiliados, Antípatro? Ese Arquias.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.