Los planes del jefe by Jessica Steele

autor:Jessica Steele
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántico, Novela
publicado: 2018-05-25T22:00:00+00:00

Capítulo 6

Aquella noche se le hizo interminable. A las tres de la madrugada, Erin seguía pensando en la visita de Josh. Ahora sabía que había hecho bien al contarle que la mujer que había roto el corazón de su padre, en más de un sentido, era Nina; bastaba con ver lo que había sucedido cuando Josh lo había descubierto.

Estaba tan confusa que no dejaba de dar vueltas en la cama. Sabía que se iba a enfadar cuando lo supiera, pero no creía ser merecedora de semejante maltrato.

Por fin, comenzó a amanecer y Erin se levantó de la cama sabiendo que en el fondo siempre estaría enamorada de él. Desafortunadamente, el amor no se podía arrancar de cuajo, por mucho que se quisiera.

Mientras entraba en la ducha, se alegró de darse cuenta que, a pesar de todo, su orgullo había resurgido. Había perdido buena parte de la semana avergonzándose por su necesidad de tener relaciones sexuales con él, pero eso se iba a terminar. Esperaba que la noche anterior hubiera servido para demostrarle a Josh Salsbury que se había equivocado y que, contrariamente a lo que afirmaba, ella no era una cualquiera. Se negaba a seguir pensando que si la hubiera besado con ternura, como si no la odiara, el resultado habría sido diferente. Estaba enamorada de él, era cierto, pero no podía tolerar que la tratara de aquel modo.

En cuanto llegó a la oficina, Erin se dirigió al despacho de Ivan Kelly y le presentó la dimisión. De haber podido elegir, habría preferido marcharse directamente, pero siempre había decenas de trámites por hacer. Además, apreciaba a todos los que trabajaban allí y, por lealtad a sus compañeros, se sentía en la obligación de darles un mes para que pudieran encontrar a alguien que la reemplazara.

—¡No te puedes ir! —protestó Ivan, antes de mirarla con recelo—. Ah, ahora comprendo... Ayer no fuiste a comer con tu madre. Estuviste en una entrevista de trabajo.

—Te equivocas, es cierto que fui a almorzar con mi madre. De hecho, no tengo ningún otro empleo en vistas.

—Entonces quédate hasta que lo tengas. ¿O es que hay algo con lo que no estás contenta? Sí es así, dime de qué se trata, por favor —suplicó él—. Sea lo que sea, estoy seguro de que puedo remediarlo.

Ella movió la cabeza en sentido negativo. Era muy infeliz. De hecho, jamás se había sentido tan triste y abatida, pero ni Ivan ni nadie podía hacer nada al respecto.

—Es un problema personal —contestó.

Erin apreció enormemente que Ivan respetara su intimidad y no siguiera presionándola. Después, se pasó el día haciendo lo imposible por ocultar su infelicidad y su desesperación y cuando por fin regresó a su piso, apenas podía contener las lágrimas. Aun así, no lloró; el orgullo la sostuvo una vez más y la convenció de que ningún hombre merecía su dolor.

Justo cuando había conseguido transformar la pena en indignación por permitir que Josh la hundiera hasta ese extremo, sonó el teléfono. No se sentía en condiciones de contestar, pero

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